PARTE II — Texto para estudio...

Aplicando la Lección de los Dos Árboles

EL EFECTO DEL PECADO DE ADAN
RE-ABRIENDO EL PORTAL
LLEVANDO EL ARBOL DE LA VIDA AL MUNDO
LA DIFICIL CARTA A LOS GALATAS
¡EL OTRO PRECIPICIO!


En la primera parte de esta serie, discutimos el trasfondo histórico, la relación simbólica, y el significado pertinente de los dos árboles que el Eterno plantó en medio del Huerto de Edén: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Esta historia fundamental del Antiguo Testamento es tan familiar a las gentes, sean creyentes o no, que es algo retador el simple hurgar dentro de este relato que leemos en los capítulos 2 al 4 de Génesis. El tema de los dos árboles sin embargo, tiene cierto grado de intriga y seguramente el primer artículo sobre este tópico comprobará ser ambos, interesante y de ayuda a quienes lo estudien analíticamente.

En ese estudio en particular se comparó el diseño de la tierra de Edén y el Huerto con el diseño del tabernáculo, y luego con el Templo en Jerusalén. Lo interesante del caso es que por doquiera que el Eterno tiene Su morada y la representación de la misma aquí en la tierra, la orientación en general y los diversos elementos envueltos tienden a permanecer idénticos. Esta es precisamente la razón por la cual a Moisés, cuando se encontró con el Todopoderoso en el Monte Sinaí, le fue entregado un modelo específico para el diseño y construcción del tabernáculo. De igual manera cuando David deseó construir un lugar permanente para el arca del pacto y dedicar una casa de adoración al Eterno Creador, él recibió el plan directamente del Eterno mismo, el cual fue cuidadosamente comunicado a Salomón, quien construyó el Templo, también por determinación divina (2 Samuel 7:1-17). En ambos casos, el diseño divino estaba basado en la morada celestial del Eterno, el Dios Omnipotente y Omnisapiente, Creador “de los cielos, y la tierra, el mar y todas las cosas que ellos hay” (Éxodo 20:11).

Si pensáramos en dónde pudiera haber estado en el pasado la representación de la presencia del Eterno aquí en la tierra, el tabernáculo puede venir rápidamente a la mente, pero ese no fue el primer lugar. En realidad, el Huerto de Edén mismo tiene esa distinción, y, luego descubrimos que consistentemente también se conservó idéntico tipo de modelo en los lugares de adoración posteriores.

En la primera parte, titulada, EL MISTERIO DE LOS DOS ÁRBOLES, hurgamos más de cerca la tierra de Edén y el modelo del Huerto en particular. Notamos algo muy peculiar en el Huerto: todas las cosas estaban situadas con el frente hacia el oriente. El Huerto mismo fue plantado al oriente en Edén. Había una sola entrada hacia el Huerto, y estaba en la parte oriental. Cuando Adán y Eva desobedecieron y fueron expulsados, ellos salieron hacia el oriente; y cuando Caín mató a su hermano Abel, él salió de la presencia del Eterno siendo desterrado al oriente, a la tierra de Nod.

La dirección “hacia el oriente” en la brújula es muy significativa con respecto al diseño de las moradas terrenales del Eterno. El tabernáculo daba al oriente, asimismo el Templo más tarde. Había una sola entrada al lugar santo y al lugar santísimo, la cual también estaba de frente hacia el oriente.

Profundizamos, además, sobre la localización geográfica más acertada del territorio y del Huerto de Edén, concluyendo que el peso de la evidencia nos lleva a la Tierra Prometida, y en particular, a las montañas de Moriah, al lugar del sacrificio ofrecido por Abraham, y, por supuesto, al Templo mismo. Es además en este entorno que encontramos el Monte de los Olivos al oriente de Jerusalén, el lugar donde el Mesías fue crucificado, del cual ascendió y al cual regresará en su segunda venida.

Luego indagamos sobre la identificación de los dos árboles con respecto a su significado simbólico aplicado al modelo del lugar santísimo del tabernáculo. Concluimos que el árbol de la vida es representativo de salvación por GRACIA a través de FE en el sacrificio del Mesías. Obviamente otros aspectos pueden ser incluidos, pero estos forman la sustancia fundamental. En este respecto, el árbol de la vida corresponde a la vara de Aarón que floreció, así como también al candelabro de siete brazos conocido como la menorá.

El árbol prohibido, el árbol del conocimiento del bien y del mal, se concluyó que se relaciona con las tablas de la ley colocadas en el santuario interior del tabernáculo. Esta conclusión, desde luego, de ninguna manera degrada la ley del Eterno, pero escoger el árbol prohibido no es solamente desobediencia a las instrucciones del Todopoderoso, sino que además significa la forma incorrecta de recibir salvación.

Adán y Eva escogieron desobedecer, y pusieron su confianza en algo extraño al Eterno mismo y de lo que solamente Él podía proveer a través de Su GRACIA. Prefirieron escoger el camino de “ganar la salvación por obras”, y en efecto, ¡trabajo es precisamente lo que fueron sentenciados a hacer hasta el día de su muerte! Por cuatro mil años el Eterno lidió con la raza humana que descendió de esa selección errónea hecha milenios atrás en el Huerto.

En el transcurso del tiempo, tal como el Bendito Dios Creador lo había establecido en Su plan de salvación, el Mesías hizo Su aparición en este mundo, anunciando el mensaje contenido en el ÁRBOL DE LA VIDA, y presentándose a Sí mismo como EL CAMINO genuino a la vida eterna. Su sacrificio por los pecados de la humanidad de ninguna manera abolió la ley del Eterno, así como tampoco el escoger del árbol de la vida en el principio mismo hubiese abrogado los mandamientos divinos.

Después que la ESENCIA del ministerio de nuestro Salvador, SU SACRIFICIO, fue consumado, los apóstoles siguieron predicando el Evangelio del Reino por el mundo, resaltando un caso muy específico, el de Pablo, un hombre aparentemente indigno, en el sentido humano, para ser un apóstol, pero escogido del Eterno para sufrir por Cristo, y, principalmente, a través de él llevar a cabo una misión de importancia cardinal: el concepto del árbol de la vida sería enseñado y promulgado de manera muy especial. Los escritos de Pablo abarcan bastante del registro del Nuevo Testamento que tenemos en el canon de las Escrituras y son invaluables, sin embargo, muy a menudo incomprendidos y mal interpretados.

Con la constante oposición de aquellos con un largo historial de haber “comido” del árbol prohibido, y por tanto de haber elegido el camino incorrecto de salvación, Pablo condujo su dificultoso ministerio teniendo que soportar la decepción, las mentiras, las falsas acusaciones, los numerosos intentos de minar toda la buena obra lograda a través de labor incansable y, por supuesto, las manifiestas conspiraciones para matarlo.

Aunque triunfante al final, con respecto a exponer la verdad e incorporarla en las Escrituras, Pablo enfrentó de igual manera muchos contratiempos y aparentes fracasos. Muchos de los primeros creyentes se quedaron a mitad de camino debido a la propaganda y presión de los maestros y líderes judíos quienes constantemente velaron por desacreditar públicamente a Pablo. Pero esta no era la única situación negativa que se estaba tramando durante y después de la era apostólica. El segmento occidental de la supuesta iglesia, ganó la supremacía y comenzaron a interpretar erróneamente las Escrituras del Nuevo Testamento, muy en especial las cartas de Pablo. En lugar de asociarse al lado conservador de los judíos bajo el dominio del Emperador Constantino, ellos finalmente rechazaron todas las cosas judías incluyendo muchos puntos de la Torá. El atenuar la forma de vida presentada en la Biblia, sirvió bien a los falsos oficiales de la iglesia, atrayendo multitud de conversos a la cristiandad, y en tan solo algunos cientos de años, la Iglesia Católica Romana se convirtió en la fuerza dominante en el mundo “cristiano”.

Las dos fuerzas opositoras, la de los judíos, quienes se aferraron a la ley como la forma esencial de salvación, y la de la creciente religión de la cristiandad, la cual rechazó y aun procuró cambiar la ley, mientras predicaba un mensaje sobre la persona de Cristo, ambas posiciones se originan en la mente del hombre bajo la influencia de Satanás (1 Juan 5:19; Apocalipsis 12:9). Y como es de fácil comprobación, ambos caminos están, por supuesto, completamente equivocados. En este artículo discutiremos estos caminos erróneos mediante los cuales se cree y se enseña que se puede llegar a la genuina comunión con Dios el Padre, a Su Hijo, Yahshua, y a la verdadera salvación.


----------------------- EL EFECTO DEL PECADO DE ADÁN ----------------------


Innumerables millones de creyentes que profesan ser cristianos sinceros, han sido convencidos por sus autoridades religiosas, que Adán y Eva, de alguna manera, "cayeron" en el Huerto de Edén. Ahora bien, a no ser que nuestros primeros parientes “accidentalmente tropezaran con el árbol prohibido”, no hay evidencia de que ellos alguna vez cayeran de nada. La tal llamada "caída del hombre", presume que éste fue creado de una manera mental y espiritual distinta del resto de los seres humanos quienes posteriormente descendieron de Adán y Eva. Las Escrituras sin embargo, no respaldan esta noción errónea, concebida y enseñada principalmente por la iglesia Católica Romana.

El asunto es que Adán y Eva fueron simplemente como usted y yo. Es muy cierto que fueron colocados en el más perfecto de los entornos físicos, que disfrutaron de encuentros frecuentes con su Creador, y vivieron en un ambiente que aún no había sido corrompido por la maldad de la naturaleza humana, sin embargo, estas eran todas ventajas externas, ventajas que en efecto debieron haber trabajado a su favor, y que quizás nosotros hubiésemos deseado tener, no obstante, ninguna revela la característica incontinente de la naturaleza humana.

Adán y Eva no eran seres espirituales, sino más bien seres de carne y hueso como toda su progenie después de ellos. A ellos les fue muy bien en su idílico entorno--o sea, cuando aún no habían desobedecido directamente al Todopoderoso – hasta el día que tuvieron el encuentro con algo o alguien bastante inusual que cambió sus vidas dramáticamente. ¡Tuvieron contacto con la serpiente! Y sólo bastó tal intercambio para quebrantar del todo los principios en extremo idóneos de los primeros seres humanos en la tierra. Flaquearon e hicieron lo inimaginable – violaron, a sabiendas, la prohibición de comer del árbol prohibido, acarreando maldición sobre ellos y sobre toda la humanidad.

Cualquiera que haya sido la apariencia que tomó la serpiente en el Huerto de Edén podemos estar seguros que fue un ser cautivador. Obviamente no era una escurridiza y babosa culebra. Todos conocemos la historia de cómo astutamente engañó a Eva y de la disposición de Adán de seguirle los pasos a su mujer, aun así las Escrituras establecen más adelante el hecho de que Adán no fue engañado a la manera de Eva.

¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué Adán y Eva fueron llevados tan fácil y rápidamente a los caminos sutiles de Satanás? Ellos fueron incapaces siquiera de resistir firmemente el primer reto que enfrentaron. De hecho no existe evidencia confiable de que realmente ellos resistieron en lo absoluto. Según parece del breve relato, ellos sucumbieron completamente olvidándose de quiénes eran, dónde estaban y por qué existían -- olvidaron incluso al Eterno mismo, ¡tan cándidamente sucumbieron bajo la seducción de la serpiente!

Después que Adán y Eva pecaron, y el Eterno confrontara a estos dos abochornados seres humanos, llenos de culpa y vergüenza, no obstante, todavía ofreciendo excusas, de inmediato un paso muy diciente fue tomado. Leemos sobre ello en Génesis 3:22-24:

Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.

¿Por qué suponer que el Eterno fue forzado a tomar tan drástica acción en contra de Adán y Eva? ¿Por qué fueron expulsados del Huerto de Edén en forma tan extremada? ¿Cuál fue la urgencia de sacar a estos dos seres humanos fuera del Huerto y especialmente fuera de “en medio del Huerto”, aún al extremo de poner en servicio a querubines para guardar el acceso a uno de los árboles hasta aquí jamás prohibido? Por supuesto que la contestación la tenemos diáfanamente ante nuestros ojos -- sin embargo, se percibe claramente que Adán y Eva, en su idílica estadía en el Huerto, comieron de muchos árboles accesibles a ellos, no obstante, en ningún momento tomaron del único árbol que el Eterno prefería que ellos comieran – ¡el árbol de la vida!

¡Qué asombrosa revelación percatarse de esta omisión inexplicable por parte de nuestros parientes originales! Mientras que su pecado fue el que comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, su negligencia en no comer del árbol de la vida es ¡casi incomprensible! Y, por supuesto, el Eterno no iba a permitirles que lo hicieran después de haber elegido el consentir con las palabras cautivadoras de la serpiente.

Ahora podemos comprender mejor porqué Adán y Eva fueron incapaces y renuentes a resistir al diablo cuando fueron tentados a desobedecer. Si hubiesen percibido el propósito verdadero de su Hacedor, de escoger recibir salvación confiando en Su gracia y comer del árbol de la vida, ellos casi ciertamente no hubiesen incurrido en transgresión como lo hicieron cuando fueron enfrentados por la serpiente engañadora.

La verdad inconfundible de los dos árboles del Huerto de Edén, es que el entendimiento correcto de lo que éstos simbolizan es prueba irrefutable de que el plan del Eterno fue establecido desde el principio mismo. Es tan fácil para nosotros lo mismo creer o asumir que Adán y Eva fueron creados de tal manera que su pecado vino como una sorpresa al Eterno o como un revés a Sus planes, y que por ser Todopoderoso, el Eterno fácilmente podía ingeniarse otra manera, otro camino, para el hombre recibir la salvación, lo cual ahora se hizo necesario. Nada puede estar más lejos de la verdad. El mismo hecho de que el árbol de la vida, que representa la salvación por gracia mediante la fe, fuera plantado en medio del Huerto y ofrecido libremente a los primeros seres humanos, y que el árbol del conocimiento del bien y del mal, que simboliza el intento de obtener salvación a través de esfuerzo humano, les fuera prohibido, ¡es la evidencia más persuasiva posible de que el sacrificio del Mesías por los pecados del mundo no fue una idea de última hora ni “un plan B” de parte del Eterno Creador!

El Eterno Dios creó a la humanidad, y por lo tanto, estaba completamente consciente aun antes de crearla, respecto de cuáles serían su naturaleza humana, sus tendencias humanas y sus debilidades humanas. Las Escrituras son claras con respecto a esta verdad, tal como el apóstol Pablo lo establece en su carta a los Romanos:

La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”…“Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia.” (Romanos 8:20-21; 11:32 versión Biblia de Jerusalén).

Adán y Eva eligieron no comer del árbol de la vida prefiriendo elegir otro camino. La serpiente los convenció de que el Eterno les estaba negando algo bueno y que lo estaba haciendo por razones egoístas, porque no quería que fueran como Él, es decir, como Dioses. Satanás les estaba diciendo a los primeros seres humanos que el Bendito Creador quería mantenerlos postrados, controlados, manipulados, y reducidos a meros esclavos Suyos en la tierra, exactamente la misma mentalidad, la misma agenda que este ser malévolo es culpable de llevar adelante en su obra de engaño, mentira y destrucción. Él sabía que si podía persuadir a aquella primera pareja a creer tales mentiras, entonces escogerían el tratar de conseguir por ellos mismos lo que percibían que el Eterno les estaba privando tener.

Al comparar “en medio del Huerto” con el Lugar Santísimo, el uno siendo simplemente un patrón anticipado del otro, y ambos basados exactamente en el modelo divino creado por el Eterno, concluimos que el árbol de la vida es equiparado a la vara de Aarón que floreció, representativo de la resurrección a la nueva vida eterna a través de la FE en el Mesías; y que el árbol de la ciencia del bien y del mal está relacionado al otro componente principal dentro del tabernáculo, a saber, las tablas de la ley, simbólico del intento de obtener la salvación a través de obras.

Como fue expresado cuidadosa y meticulosamente en la Parte 1 de este estudio, la prohibición del Eterno en contra del árbol del conocimiento del bien y del mal de ninguna manera debe interpretarse que Él está en contra de Su propia ley. ¡Por supuesto que no! A lo que Él se opone sin embargo, es a la satánica idea de que la vida eterna se obtiene por esfuerzos propios guardando la ley.

Lo que el Eterno anhelaba de Adán y Eva era completa y absoluta confianza en ÉL, no en la serpiente, no en su propio intelecto, ni en su propio esfuerzo. Sí, por supuesto, que el fruto del árbol prohibido era en efecto bueno para comer, y codiciable por demás. Sin duda, que efectivamente tenía el poder de hacer a uno entendido y sabio. Esto sin embargo, no era y no es el asunto en conflicto. Aquellos que denigran los mandamientos del Eterno, mientras profesan creer en el Salvador, cometen errores tan descomunales como aquellos que menoscaban la importancia del Mesías en defensa de una estricta atadura a la ley como el medio de salvación. ¡Ambos están igualmente errados, y ninguno conduce a la vida eterna!

Lo que está en juego, lo de vital importancia, sin embargo, es el significado y la posición correcta de todos los elementos contenidos en el Lugar Santísimo, y especialmente su relación con el santuario interior del Huerto de Edén. El arca del pacto y el propiciatorio, son representativos de la presencia del Eterno mismo en medio del Huerto. La vasija del maná representa al Mesías, el verdadero pan de vida que bajó del cielo. La vara de Aarón que floreció es símbolo del árbol de la crucifixión que ha venido a ser el árbol de la vida para todos aquellos que han creído y aceptado la gracia del Eterno a través del sacrificio de Su Hijo. Y las tablas de la Ley, diseñadas para definir lo correcto y lo errado para la humanidad, se equiparan en el Huerto al árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual el Eterno prohibió a Adán y a Eva comer del mismo, evitando la posibilidad de que adoptaran una forma de salvación que probaría ser fútil y finalmente mortal.

El pecado inicial del hombre necesita ser visualizado y discernido no tanto en el hecho que Adán y Eva cometieron un error, sino más bien en que ellos escogieron poner su confianza en cualquiera otra cosa que no fuera el Eterno Dios. Ellos escogieron obtener por sus propios esfuerzos, lo que únicamente puede ser adquirido mediante la gracia del Eterno por FE. Por lo tanto, ellos personifican la mentalidad carnal que, con conocimiento o no, actúa bajo la creencia fundamental de que el ser humano tiene que cualificar para la salvación mediante obras, y de lo cual el Eterno procuró desde el principio mismo que el hombre desistiera…¡y todo ello con un propósito muy divino!

El adversario ambiciona siempre aparentar bondad, busca darse a percibir como bienhechor, y ser estimado por otros como un ser magnánimo. El ama sacarle brillo a la copa por fuera, mientras que el interior está lleno de corrupción. Se siente orgulloso de cuánto ha logrado, y mide su prestigio por las cosas que ha alcanzado. Para alguien de su calaña, el conocimiento representa poder. Adquirir sabiduría, a su manera, es un instrumento que Satanás utiliza para engañar. Sin lugar a dudas, él le ha impartido todas estas falsas virtudes al hombre mediante su astucia y sutileza.

Como se estableció brevemente en la conclusión de la Parte 1 de este estudio, por cerca de 4,000 largos años, el Eterno había lidiado con una humanidad cimentada en la elección incorrecta hecha por Adán y Eva en el Huerto de Edén. Sin embargo, a través del tiempo hubo excepciones de ciertos individuos a quienes les fue ofrecido y aceptaron la gracia del Eterno mediante la FE. No fueron muchos, pues la mayoría de la humanidad ha elegido el camino equivocado.

Cuando la humanidad comenzó a deslizarse peligrosamente hacia la destrucción, Enoc fue levantado para profetizar en contra de los gobernantes perversos de la tierra y exhortar al arrepentimiento al mundo antediluviano. Pero las gentes no prestaron atención a la predicación de Enoc, más bien le persiguieron a muerte violenta, de la cual el Eterno le rescató, trasladándolo a un lugar oculto. Seguidamente, el Eterno Dios levantó a Noé, a quien también rescató, salvándole del gran diluvio. Abraham fue un converso solitario llamado a salir de la antigua Babilonia; y su linaje escogido de Isaac, Jacob y José siguieron sus pasos en rectitud. Moisés y Josué fueron hombres apartados del resto de la sociedad, dentro y fuera de Israel. David, Elías, Eliseo y los profetas fueron voces solitarias en el desierto clamando por una gente atada a la forma de vida del árbol prohibido.

La voluntad del Eterno siempre fue, y es, dar salvación por GRACIA a Su creación humana (1 Timoteo 2:3-6). Muy a menudo pensamos en la gracia como un concepto del Nuevo Testamento, sin embargo, esto es totalmente incorrecto. La gracia estuvo disponible desde el principio mismo, porque el Eterno es un Dios de misericordia, un Dios de gracia. No es que simplemente se convirtió en eso en el tiempo de Cristo. ¡ÉL fue, es y siempre será el Dios de gracia por cuanto Él nunca cambia! (Malaquías 3:6).

Una de esas voces solitarias en la antigüedad lo fue el patriarca Job, un hombre a quien el Eterno le extendió Su gracia misericordiosamente. Un hombre cuya vida ejemplifica a la perfección a una persona que estuvo atada a la forma de vida del árbol prohibido, pero a quien el Eterno rescató por gracia convirtiéndolo a la forma del árbol de la vida. Aunque su historia es muy familiar, la lección para nosotros es bien profunda. En efecto, quizás ningún personaje del Antiguo Testamento experimentó tal transformación espiritual como este especial y extraordinario hombre de Dios.

A Job se le describe en las Escrituras en términos como a ningún otro ser humano, excepto como al Mesías mismo. No sólo que no se le menciona nunca ningún pecado, sino todo lo contrario. El Eterno mismo dice de Job:

Hubo un varón en tierra de Uz, llamado Job; y era este hombre PERFECTO y RECTO, y temeroso de Dios, y apartado del mal… Y un día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante del SEÑOR, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo el SEÑOR a Satanás: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satanás al SEÑOR, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que NO HAY OTRO COMO ÉL EN LA TIERRA, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal?” (Job 1:1, 6-8, versión SSE).

¿Qué tal si el Todopoderoso en realidad dijera esto de usted o de mí? Hay que reconocer que para la mayoría de nosotros es difícil de imaginar o explicar la situación de Job, sin embargo, no fue así con este especial siervo de Dios. Lo que debemos establecer es qué precisamente quiso decir el Eterno con “perfecto” y “recto”.

¿Es posible que Job, siendo humano, no haya cometido nunca jamás un sólo pecado en su vida? Esto es muy poco probable, porque la Biblia claramente establece que “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

No obstante, a pesar de este claro punto de Su palabra, el Eterno todavía establece que no había ninguno como Job en toda la tierra -- sin duda un comentario extraordinario, enaltecedor. Job, claramente fue un hombre recto, un hombre obediente, un hombre muy dedicado y sincero. Él fue, podríamos decir, legalmente perfecto. En efecto, él fue uno de los pocos seres humanos a quienes les fue dado por el Eterno el entender y observar los preceptos de la ley, por lo menos en la capacidad de su entendimiento de las cosas físicas.

¿Fue Job sincero en su obrar? No hay ninguna duda de que lo fue. Él fue un hombre creyente, solemnemente dispuesto y encaminado. No sólo fue obediente, sino que procedió muy firme en ello. Por supuesto, una cosa era muy obvia sobre Job: él estaba muy consciente de su rectitud. Muy bien sabía que obedecía todos los puntos de la ley. Él mantenía un buen inventario de su obediencia y podía fácilmente recitar las cosas buenas que había hecho, las cosas grandiosas que había logrado. Él estaba en cierta medida, bastante orgulloso de su observancia de la ley y, desde la perspectiva humana, podríamos estar de acuerdo que Job, de entre todas las personas, tenía derecho a tal opinión sobre sí mismo. Después de todo, aun el Todopoderoso le adjudicó muy alta distinción en el área de la obediencia.

Si por ende, Job fue un hombre perfecto, uno que no transgredió ningún aspecto de la ley; ¿de qué es lo que realmente se trata en su angustiosa experiencia en manos de Satanás? Está bastante claro que el Eterno predispuso a Job al allegársele Satanás, y dirigirle a éste, directa atención a Su siervo. Al principio aparenta como si el reto fuera dirigido verdaderamente al adversario, casi como si el Eterno estuviera retando a Satanás a causar que Job perdiera la compostura. Luego tres amigos de Job intentaron culparlo, concluyendo que si él era tan justo como reclamaba ser, entonces el Eterno no lo estaría castigando tan severamente. En medio de todo su sufrimiento, Job se mantuvo firme en dos cosas: no acusó al Eterno sobre el asunto, y siempre afirmó su propia rectitud e inocencia.

A pesar del innegable éxito personal de Job, en obedecer los dogmas de la ley, existía un problema. Ah, pero, ¿cómo un hombre tan recto podía tan siquiera tener un problema? Un perfecto hombre espiritual no podría, pero un perfecto hombre carnal si podía, y en este caso particular ciertamente lo tenía. Si en efecto no hubiese existido tal dificultad, entonces la historia de Job hubiese sido redactada en una manera totalmente diferente. Si no había tal conflicto, el Eterno pudo haber expuesto a Job a una prueba más ligera, es decir, menos pesada, y lo hubiese glorificado, pero como bien sabemos, esto no ocurrió. En cambio, en el capítulo 38, después que Job fuera severamente reprobado por el joven Eliú, vemos al Eterno interviniendo directa y personalmente en la escena no con distinción hacia Job, sino quizás ¡con la más intimidante respuesta divina a una situación humana jamás registrada! Comenzando en el versículo 1, leemos:

Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?" (Job 38:1-5).

En los siguientes cuatro capítulos el Eterno le expone no menos de setenta y cuatro preguntas específicas a Job, ninguna recibiendo contestación, lo cual ni siquiera era esperado o requerido. Estas preguntas que vienen como una “descarga de metralleta” degradan prácticamente a total insignificancia la rectitud de Job y sus muchos logros. En comparación, la impresión que da Job, es de un ser frágil y visiblemente abatido. En efecto, el Eterno literalmente anonadó a Job y lo empequeñece con las dramáticas comparaciones entre ÉL mismo y el pequeño hombre que se devela ser Job.

Es dudoso que ninguno de nosotros pueda siquiera comenzar a imaginar qué hubiese sido estar en el lugar de Job en tan comprometedoras circunstancias. Debió haber sido devastador en más de una manera. A medida que “la metralleta” del Eterno dispara una y otra vez, Job va entrando “en razón”, en entendimiento. Dolorosamente sus ojos están siendo abiertos. Está comenzando a ver lo que antes estaba totalmente oculto en su vida. Él está siendo transformado por la misma mano del Todopoderoso de un esclavo del árbol prohibido a un libre participante del árbol de la vida, ¡la más profunda transformación que cualquier ser humano pueda experimentar!

Cuando el Eterno termina Su tan misericordiosa reprensión, la reacción de Job es reseñada en el capítulo final del libro, y es absolutamente memorable. Usted podrá notar que no se pronuncia ni una sola palabra sobre la rectitud personal de Job o de sus “buenas obras”. En esta ocasión Job no ofrece ninguna defensa para su persona, como lo había estado haciendo durante el periodo de su aflicción. Sus declaraciones anteriores con respecto a su persona, se disiparon en nada y ahora ¡se encuentra desnudo y conmovedoramente humillado ante el Creador del Universo! Por causa de toda su justificación, su obediencia a la ley, su gran prestigio y rectitud personal, todo lo cual el Eterno, en efecto, estimaba, él es ahora un hombre totalmente transformado. Y sus palabras confirman la profundidad de tal transformación. Deberíamos aferrarnos a cada una de estas palabras, pues estos cortos versos llevan la más profunda de las verdades, expresada de una manera como quizás nadie jamás haya formulado la diferencia entre los caminos de los dos árboles. Comenzando en el versículo 1 del capítulo 42, leemos, en la admisión de Job, lo que realmente es el genuino arrepentimiento, lo que en verdad establece una estrecha relación entre el ser humano y su Creador:

Y respondió Job á Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin ciencia? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; Cosas que me eran ocultas, y que no las sabía. Oye TE RUEGO, y hablaré; TE PREGUNTARÉ, Y TÚ ME ENSEÑARÁS. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y en la ceniza.” (Job 42:1-6).

Este es uno de los pasajes más memorables en toda la Biblia. Cuando Job declara: “De oídas te había oído”, él está confesando que a pesar de todos sus logros y éxitos guardando la ley en el pasado, ahora puede percibir que fue de oídas cuando lo compara con la habilidad de ver [entender]. Y, cuando establece, “Mas ahora mis ojos te ven”, él está admitiendo que la vista [el entendimiento] es infinitamente mayor que el oír [el conocimiento], que él ha sido exaltado por Dios a una nueva y más alta dimensión, que ha sido transformado del plano natural al plano sobrenatural, de la letra de la ley, la cual acarrea muerte, al Espíritu de la ley, el cual produce vida; en efecto, que ahora él ha cruzado del camino ancho del árbol prohibido, ¡AL ANGOSTO, PERO POR SIEMPRE MÁS GRANDIOSO CAMINO DEL ÁRBOL DE LA VIDA!

De no haber intervenido Dios en la vida de Job, indudablemente él hubiese continuado por el mismo camino de antes. Él seguramente sería considerado un hombre recto, pero hay más de un tipo de hombre recto. Por años había resistido estar de acuerdo con aquellos que reclaman que Job se auto-justificaba, no obstante, ahora reconozco que esto es precisamente lo que él hacía, pero quizás no en la manera que muchas personas asumen. Cuando pensamos en el término “auto-justificación”, lo que usualmente viene a la mente es una persona petulante, convencida de su propia justificación, pero que en realidad no está verdaderamente bien con Dios; sin embargo, ésta no es exactamente la situación en el caso de Job. Ciertamente, él se estaba auto-justificando, pero también los fariseos del primer siglo, y hay una gran diferencia entre ambos. Los líderes religiosos judíos nunca fueron considerados por Dios como perfectos y justos como lo fue con Job. La auto-justificación de Job era simplemente lo que el término literalmente indica -- ¡su justificación fue producto de su propio esfuerzo humano! Le pertenecía a él, ¡era SU justificación! Y esa justificación era buena, hasta donde podía llegar y nada más; sin embargo, algo significativo faltaba: Job no había recibido lo que la Biblia llama “justificación de Dios”, la justificación que procede exclusivamente del Todopoderoso; más bien Job pensó haberse ganado su justificación a fuerza de trabajo duro, de hecho, una cualidad humana admirable, pero totalmente incapaz de generar dentro de su corazón (mente) lo que solamente Dios puede lograr. Es por esto que la Biblia habla una y otra vez sobre la “justificación por fe”. Pablo escribe un pasaje de vital importancia en las Escrituras con respecto a este asunto, diciendo:

Mas ahora, SIN LA LEY, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas: La justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en él: porque no hay diferencia; Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús; Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de SU JUSTICIA, atento á haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, Con la mira de manifestar su justicia en este tiempo: para que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde pues está la jactancia? Es EXCLUÍDA. ¿Por cuál ley? ¿De las obras? No; más POR LA LEY DE LA FE. Así que, concluimos ser el hombre justificado POR FE SIN LAS OBRAS DE LA LEY. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Cierto, también de los gentiles. Porque uno es Dios, el cual justificará por la fe la circuncisión, y por medio de la fe la incircuncisión. ¿Luego deshacemos la ley por la fe? En ninguna manera; antes ESTABLECEMOS LA LEY.” (Romanos 3:21-31).

¿Puede ver a Job en estos pasajes? Debería, pues Pablo está hablando del asunto en cuestión. La justificación de Job era con o por la ley; ¡Pablo está discutiendo la justificación que la ley propiamente no puede otorgar, y la diferencia es poderosa! La justificación de Job era de y desde el interior de sí mismo; representaba su mayor y más sincero esfuerzo, pero ¡Pablo se está refiriendo a la justificación del Mesías! ¿Por qué? El versículo 26 claramente lo establece:

Con la mira de manifestar su justicia en este tiempo: para que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Entendamos bien, la justificación verdadera trata completamente sobre Dios el Padre y el Mesías, y ¡no sobre nosotros! La auto-justificación pone la atención en la persona, es decir, en su obediencia a la ley, en lugar de la justificación de Dios, la cual es por la fe en el Mesías. Esta justificación no puede ser ganada por ningún ser humano, más bien es conferida, es atribuida, es depositada por Dios en la “cuenta espiritual” del creyente, por así decirlo. Por lo tanto, justificado por Dios es todo lo opuesto a la persona auto-justificarse.

Cuando alguien recibe la justificación de Dios, por FE, no hay vanagloria. Está excluida. Si ha leído el libro de Job, habrá visto claramente que Job poseía el tipo de justificación de la cual él podía vanagloriarse, y que en efecto se vanaglorió. Y qué interesante que Romanos 3 termina con la siguiente pregunta y contestación, después de toda discusión sobre justificación por fe en contraste con la justificación por obras, Pablo escribe:

¿Luego deshacemos la ley por la fe? En ninguna manera; antes ESTABLECEMOS LA LEY.” (Romanos 3:31).

Esta declaración final requiere una reflexión profunda. ¿Qué es lo que Pablo está tratando de transmitir? Primero que nada, la justificación que proviene de Dios y que es atribuida a un creyente en el Mesías, ¡no anula la Ley! Por lo tanto, nadie debe ofenderse o ponerse nervioso o desconfiado, porque el énfasis en esta enseñanza no está en la Ley.

En segundo lugar, Pablo expresa que es mediante la fe que la ley misma es “establecida”. Medite sobre esta realidad. LA LEY SE ESTABLECE POR FE, NO POR OBRAS. Esto es precisamente lo opuesto a la suposición que la mayoría de las personas han formado al respecto. El término “establecemos”, aún no ofrece suficiente claridad del correcto y profundo significado que debemos y muy bien podemos tener si analizamos detenidamente el contexto. En su escrito Pablo se refiere más bien “a que asentimos” [la ley]. Es decir, la fe, sostiene, apoya la ley; le da a la ley piernas sobre la cual levantarse y moverse y ¡tener sentido real en nuestras vidas! Esto simplemente no se queda corto de ser una ¡milagrosa y emocionante revelación!

La justificación por la fe es parte del fruto generado por el árbol de la vida. La auto-justificación, no importa cuán buena parezca ser, es parte del fruto generado por el árbol de la ciencia del bien y del mal. Esta fue la transformación que Job experimentó durante su largo periodo de sufrimiento y su confrontación conocida con Dios; y la diferencia entre el antes y el después en su vida, por así decirlo, ¡se tornó prácticamente insondable!

En un simple pasaje, reflejo de sincera honestidad y dedicación, Pablo explica la diferencia clásica entre los dos tipos de justificación:

Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, NO TENIENDO MI PROPIA JUSTICIA DERIVADA DE LA LEY, SINO LA QUE ES POR LA FE EN CRISTO, LA JUSTICIA QUE PROCEDE DE DIOS SOBRE LA BASE DE LA FE.” (Filipenses 3:8-9).

A través de la experiencia extraordinaria de Job, su nivel de percepción espiritual fue elevado a años luz más allá de su perspectiva anterior.

Como podemos ver, a pesar de la bondad de Job y de su observancia meticulosa de la ley, la justificación derivada de su afición a la letra de la ley, hace claro durante su interminable defensa que todo ello era realmente una aflicción para él. Reconozco que ésta no es la conclusión tradicional a la que se llega con respecto a Job, pero fue simplemente la manera en que sucedió. Fue algo que constantemente ocupaba su mente, que controlaba su enfoque, que, cuando confrontado, él no podía calmarse sino que debía enérgicamente justificarse asimismo. En efecto, él debía no solamente pensar en su justificación, sino, además hablar sobre ésta, y asegurarse de que todos conocieran los hechos concernientes a la misma. En otras palabras, Job estaba, en un sentido, viviendo una vida de esclavitud, y ¡haciendo un extraordinario trabajo en ello!

Si el término esclavitud suena muy severo, no debería serlo, aunque esta palabra normalmente conlleva una connotación extremadamente negativa; estar en esclavitud puede ser tan simple como estar sujeto a algo. Cuando la vida de uno está sujeta, es decir, depende total y únicamente de la letra de la ley, existe, en efecto, una forma de esclavitud. Una vez más, cuando es correctamente discernido, este tipo de argumento no viola en absoluto los mandamientos, pues las Escrituras mismas nos aseguran que la ley es esencialmente espiritual en naturaleza, y mientras que la letra es ciertamente una realidad, requiere del aspecto espiritual para darle verdadera vida. Esta verdad es evidente en ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento, y es la misma razón por la que el Eterno hace la siguiente determinación:

He aquí, vienen días -- declara el SEÑOR -- en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos -- declara el SEÑOR; porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el SEÑOR -- Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: "Conoce al SEÑOR", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande--declara el SEÑOR--pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.” (Jeremías 31:31-34).

Este nuevo pacto que el Eterno promete hacer con la casa [nación] restaurada de Israel revela puntos claves con respecto al tema que estamos dilucidando en este estudio. Primero que nada, el escribir la ley en los corazones de las gentes es simplemente otra manera de decir que, bajo este nuevo convenio, el Espíritu Santo será derramado, y por medio de éste se producirá verdadero discernimiento, pensamiento, intención y acción espiritual. En adición, cuando Dios determina que bajo este nuevo pacto, Él hará ambos: perdonar y olvidar sus pecados, la implicación clara es que esto se realizará a favor de ellos a través del sacrificio del Mesías, pues escrito está:

Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo? Y por eso Él es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador.” (Hebreos 9:13-16).

La inclusión del sacrificio de Cristo y del Espíritu Santo logran muchas cosas, pero muy en especial una de ellas es la garantía de libertad verdadera. El primer pacto hecho con la antigua Israel fue primordialmente un acuerdo físico, basado en la letra de la ley. El espíritu de la ley estaba, por supuesto, en existencia, pero generalmente hablando, no en total acción bajo el tal llamado Antiguo Testamento. Esto se hace abundantemente claro en el pasaje que acabamos de leer. Si esto no fuera así, no hubiera existido la necesidad de otro pacto, ni ninguna necesidad de escribir la ley en el corazón [mente] de las gentes, ya que es ahí donde hubiera estado en primer lugar, involucrándose el Espíritu íntimamente bajo esas circunstancias. En efecto, se podría decir acertadamente que desde el momento en que Adán y Eva tomaron del árbol prohibido hasta el día de Pentecostés 30 DC y el advenimiento del Espíritu Santo, la intervención del Eterno con prácticamente todo el mundo ha sido sobre la base de la decisión incorrecta hecha en el Huerto de Edén.

Esto es precisamente lo que Pablo quiere decir en su carta a los Romanos, cuando expone:

Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.” (Romanos 7:5-6).

Y algo más, de espiritual interés: Pablo confirma el significado de este pasaje en su carta a los Gálatas, donde establece lo siguiente con respecto a los dos pactos:

Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre. Pero el hijo de la sierva nació según la carne, el hijo de la libre por medio de la promesa. Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; éste es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra madre. Porque escrito está: REGOCÍJATE, OH ESTÉRIL, LA QUE NO CONCIBES; PRORRUMPE Y CLAMA, TÚ QUE NO TIENES DOLORES DE PARTO, PORQUE MÁS SON LOS HIJOS DE LA DESOLADA, QUE DE LA QUE TIENE MARIDO. Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero, ¿qué dice la Escritura? ECHA FUERA A LA SIERVA Y A SU HIJO, PUES EL HIJO DE LA SIERVA NO SERÁ HEREDERO CON EL HIJO DE LA LIBRE. Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre.” (Gálatas 4:21-31).

El Nuevo pacto que el Eterno establece por medio de la sangre del Mesías es uno que quita el aspecto de esclavitud de la ley. Aquellos que participan en este pacto no están más, como Pablo sinceramente lo expone, “bajo la ley”. Esta afirmación en ninguna manera quiere decir que un creyente y seguidor de Cristo es sencillamente libre para desobedecer. Más bien nos está diciendo que ya no estamos sujetos a la ley como lo estuvo la casa de Israel bajo el primer pacto, sino ¡libres en Cristo! Si uno desea meramente ver esta verdad desde la perspectiva de estar sujeto, podríamos decir, como creyentes del Mesías y recipientes del Espíritu Santo, que ya no somos esclavos de la ley, sino que más bien estamos ahora sujetos al Mesías; o más claramente, dependemos total y exclusivamente del Mesías, de lo que ÉL HIZO, ESTÁ HACIENDO Y HARÁ POR NOSOTROS. Esto no abroga la ley, pero la ubica en el lugar correcto en el esquema espiritual del plan de salvación del Dios Omnisapiente y Misericordioso, concepto expresado sucintamente por el apóstol Juan, quien nos dice: “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17).

Posiblemente sin la malvada influencia de fuerzas satánicas, el hombre podría en efecto tener más aceptación al plan de salvación de Dios. Usted pensaría que ya que Dios es el único que puede otorgar esta dádiva, que nosotros, como recipientes inmerecidos, le permitiríamos dictaminar la manera en que Él desea obrar. Pero no, nosotros los humanos procuraremos elegir un extremo o el otro en nuestro intento de adquirir de alguna forma lo que solamente Dios puede hacer y hará a Su propia manera. Aunque, como mencionado anteriormente, el concepto de gracia existía desde el principio, y ha sido siempre la forma por la cual la vida eterna y salvación llegan al hombre. La mayoría de las Escrituras hebreas o el Antiguo Testamento, como comúnmente se conoce, lidian mucho más con la ley que con la gracia. ¿Por qué debe ser así? La contestación nos lleva directamente a la decisión errónea tomada en el Huerto de Edén, y el subsecuente acatamiento a ese camino por los seres humanos. Como el acceso al árbol de la vida le fue vedado al hombre después de su desobediencia, Dios contendió con la humanidad desde el punto de vista de esa decisión tomada desde la antigüedad.

Cuando Dios libera a los israelitas del cautiverio en Egipto, los lleva directamente al monte Sinaí donde personalmente le entregó a Moisés una serie de leyes codificadas para ser estrictamente administrada entre las gentes. Virtualmente todo Su subsecuente proceder con los israelitas fue basado en si habían obedecido o no las leyes, estatutos, ordenanzas y rituales establecidos, tal como Él lo había prescrito.

Esto, por supuesto es meramente una observación, y no tiene absolutamente nada que ver con la ley en sí, la cual claramente es buena. Es simplemente que, en términos del asunto que el Nuevo Testamento refiere como la ley y la gracia, claramente Dios lidió con la antigua Israel sobre la base, es decir, la letra, el aspecto físico de la ley, y no primordialmente sobre la gracia. Pero una vez que el camino del árbol de la vida le fue vedado a la humanidad, el proceso de restauración entra en vigor, tal como el Omnisapiente Dios deliberadamente lo había dispuesto en Su plan para reabrir la entrada custodiada, la cual Su Hijo, el Mesías, cumpliría a su primera venida al mundo.

Parte de lo que Dios quería que se documentara con respecto al periodo previo al nacimiento del Mesías y su posterior ministerio, fue la recopilación dolorosa del fracaso absoluto de Israel de fielmente acatar el camino elegido por Adán y Eva en el Huerto, pues su decisión fue realmente el obtener la salvación por ellos mismos, es decir, por sus propios esfuerzos. Ellos dejaron al Todopoderoso fuera, pues rechazaron Su Espíritu Santo (ver Oseas 6:7; Hechos 7:51). Esto significaba que ellos no tenían el Espíritu de Dios en sus mentes. Significaba que sus vidas estaban en gran medida esclavizadas. Por cuanto el hombre esencialmente había rechazado la gracia de Dios con respecto a la salvación, las leyes físicas, los rituales físicos, los esfuerzos físicos, le fueron requeridos. Cuando se trataba de los pecados del pueblo, Dios contendió con ellos por medio de un sistema de sacrificios que involucraba el trabajo repugnante de la matanza de innumerables tipos de animales, ejecutando cierto tipo de rituales con la sangre, cuidadosamente llevando sus cadáveres a una área en específico, y disponiendo de ellos de una manera en particular. Y ninguna de estas obras físicas sirvió de algo para remover el pecado, pues escrito está:

La Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: ‘Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ‘He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí’, Diciendo primero: ‘Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron’-- cosas que se ofrecen según la Ley --, y diciendo luego: ‘He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad’, quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:1-10).

Dado el repetido fracaso de Israel en cuanto a su lealtad al Eterno Creador, quien se les manifestó a través de irrefutables señales y grandes maravillas, repetidamente Dios envió jueces y profetas para advertir a los líderes y exhortar el pueblo al arrepentimiento. En algunas ocasiones respondieron favorablemente, sin embargo, en las más de las veces sufrieron el castigo, incluyendo la derrota en manos de sus enemigos, esclavitud en cautiverio forzoso y la mortandad de innumerables millares de israelitas.

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Para el tiempo del advenimiento del Mesías al mundo, lo que había comenzado en el Edén se había convertido en una auténtica religión. En efecto, la ley se había convertido en el ídolo de las gentes, y los responsables de hacer cumplir la ley se habían convertido en dictadores. A través de los años desde su regreso de la cautividad en Babilonia, los líderes religiosos judíos habían añadido tantas cargas a las ya existentes en la ley, ¡que las gentes estaban prácticamente sofocadas! Todo estaba regulado en base a la ley por lo cual, nadie, por supuesto, la cumplía plenamente.

Jesucristo vino y se presentó ante una gente en esclavitud, no sólo esclavos del Imperio Romano, ni sólo de Herodes, ni tan siquiera sólo de los líderes religiosos judíos, sino una nación encadenada espiritualmente al legalismo -- en una condición que Pablo denomina “bajo la ley”.

Respecto de los auto-justificados líderes religiosos de Judá del primer siglo, el Mesías les advierte a las multitudes que acudían a oírle:

Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas… Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando… ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.” (Mateo 23:2-4,13,15).

Y a las gentes comunes oprimidas en Sus días, Jesucristo les señala:

En aquel tiempo, hablando Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños… Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.” (Mateo 11:25, 28-30).

Cuando el Salvador vio la multitud, las Escrituras nos dicen que tuvo compasión de ellos, porque “eran como ovejas sin pastor” (Marcos 6:34). Cuatro mil años de haber seguido ciegamente el camino del árbol prohibido había resultado, generación tras generación, en esclavitud espiritual, atrofio espiritual, privación espiritual, gentes en necesidad desesperada de lo que solamente el Mesías puede proveer: ¡acceso al ÁRBOL DE LA VIDA!

Reclamando a Abraham como su padre, a Moisés como su legislador, a Elías como su profeta hacedor de milagros, vehementemente aferrados a la Torá, al Templo, y al sacerdocio, los auto-justificados judíos, rodeados como lo estaban de todas las ostentaciones físicas y ceremoniales religiosos, se enaltecieron de ser el pueblo escogido de Dios, considerándose asimismo como superiores a otras gentes. Altaneros, insolentes, implacables, despiadados, hipercríticos, hipócritas, ellos seguían al Mesías a todas partes con suspicacia y lengua viperina, buscando hacerlo caer, provocarlo a pecar, probar que estaba equivocado, y arruinar Su ministerio. Ellos públicamente lo desacreditaron, contaron mentiras perversas acerca de Él, y pusieron en entredicho Su carácter perfecto. Con el pasar del tiempo, la naturaleza humana, ayudada por la influencia diabólica de Satanás el diablo, finalmente tomó su curso, y el nefando complot de matar al Hijo de Dios, ¡estaba activamente en marcha en la complicidad de negociaciones secretas entre los que obraban ocultamente en Jerusalén!

No, los activistas defensores del árbol prohibido del primer siglo, ¡no estimaron AL GRAN PROTAGONISTA DEL ÁRBOL DE LA VIDA! ¡Leer en los Evangelios la clásica confrontación entre Jesús y los líderes religiosos de Sus días es comprobar la gran batalla entre los caminos opuestos representados por los dos árboles en medio del Huerto! Aquellos que de acuerdo a sus propios esfuerzos altanera y confiadamente se consideraron a sí mismos lo suficientemente justificados para ser los elegidos de Dios, mantuvieron absoluta oposición al ÚNICO SER en el universo quien podía concederles salvación y entrada al Reino de Dios.

Los líderes judíos religiosos del primer siglo, y por extensión muchos de los judíos que les seguían, fueron, no solamente altaneros, arrogantes e insensibles hacia sus conversos, sino que además, de acuerdo al Mesías mismo, su conducta y sus enseñanzas sirvieron la doble función de impedir la entrada al Reino de Dios de ambos de sus prosélitos y de ellos mismos. Sin acceso al árbol de la vida, ni el guardar la ley, ni todos los adornos religiosos del mundo simplemente son capaces de otorgarle a alguno la entrada al Reino de Dios. Nunca pierda de perspectiva el abrumador dato de que aquellos quienes mataron al Salvador del mundo fueron defensores y maestros de la ley, ¡probando concluyentemente que el mero intento de cumplir los tecnicismos de la Torá no garantiza en lo absoluto la verdadera justificación!

La justificación que interesa al Todopoderoso es la JUSTIFICACIÓN POR LA FE, tan evidente y abiertamente ejemplificada por el Mesías, y enseñada y practicada por los apóstoles. Esto era lo que Él quería desde el principio; esto fue lo que Él le ofreció a Adán y a Eva, y, tal como su progenie milenios después, ¡esto fue precisamente lo que ellos rehusaron aceptar! Aquellos que no creen esta profunda verdad, serán simplemente tan buenos como sus esfuerzos humanos los forjen, y por supuesto, ¡nunca jamás será suficiente y, siempre, siempre, siempre terminará en fracaso absoluto!

Anteriormente leímos algunos de los duros comentarios del Salvador con respecto a los escribas y fariseos. En el mismo discurso, Jesús claramente delineó el concepto de los dos árboles. Note lo siguiente en Mateo 23:16-22:

¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: ‘Si alguien jura por el templo, no es nada; pero si alguien jura por el oro del templo, es deudor’. ¡Insensatos y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, el oro o el templo que santifica al oro? También decís: ‘Si alguien jura por el altar, no es nada; pero si alguien jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor’. ¡Necios y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? El que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

Mi amigo y hermano en la fe, Richard Davis de Texarkana, Arkansas, un estudioso que entiende correctamente la relación del concepto de los dos árboles, declaró recientemente con respecto a este pasaje en Mateo 23:

“Aquí el Mesías ha usado el simbolismo del templo/oro, altar/ofrenda para mostrar cómo éstos representan la configuración correcta de la realidad espiritual que debe existir en todos nosotros para tener la gloria correcta -- Espíritu Santo, vida, amor = árbol de la vida; y el sacrificio que ha sido expuesto -- la ley = el árbol del conocimiento del bien y del mal; por lo tanto colocando el énfasis correcto para reflejar la verdadera justificación del Padre y Su Hijo, Él ahora les muestra a los fariseos cómo su error concerniente a este punto es la causa de su maldad.”

Cuando la ley recibe la gloria principal, es elevada a un nivel por encima del Dador de la ley, el Legislador Supremo, y Dios no aprobará ni permitirá que esto sea así. Los escribas, fariseos, saduceos y otras sectas judías del primer siglo fueron los descendientes de todos aquellos que eligieron el camino del árbol prohibido. En ellos, vemos adonde realmente nos conduce este camino: a lo que indiscutiblemente es la finalidad de esta elección equivocada.

En el entendimiento correcto de cómo funcionan las cosas en el plan de salvación de Yahweh, si un ser humano puede y se somete completamente a su Creador, lo ama, lo honra, lo pone en primer orden en su vida, lo hace su templo (árbol de la vida), entonces el oro (el árbol del conocimiento del bien y del mal--la ley) brilla, así denotando su valor. Si el hombre hace del Todopoderoso su altar (árbol de la vida), entonces la ofrenda (el árbol del conocimiento del bien y del mal -- la ley) que trae al altar será santificada. La ley, sin poner a Dios el Padre y a su Hijo en primer orden, es inútil para la humanidad con respecto a la salvación espiritual, eterna. Ésta solo obtiene su verdadera importancia cuando es colocada en la posición correcta, y utilizada en el propósito espiritual divinamente establecido. De lo contrario, conduce a lo descrito por el Mesías en Mateo 23:2, 4-7:

En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos… Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres, pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos; aman los primeros asientos en las cenas, las primeras sillas en las sinagogas, las salutaciones en las plazas y que los hombres los llamen: ‘Rabí, Rabí’.

Esto es precisamente lo que produce el elegir el camino del árbol prohibido -- el evaluarse uno mismo por sus propios logros, y el medir a otros con una vara de medir completamente equivocada. Una vez alguien acepta y sigue con pasión este camino, le es humanamente imposible no caer en el error de “obrar” para ser “visto” con el fin de obtener lo que satisface su ego -- reconocimiento --, es decir, ser percibido por otros como justo, especial, favorecido y digno.

Jesús continúa y, en efecto, va mucho más allá con Su diatriba en contra de los auto-justificados hipócritas, diciendo:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está de fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes á sepulcros blanqueados, que de fuera, á la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros de fuera, á la verdad, os mostráis justos á los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía é iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. Así que, testimonio dais á vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron á los profetas. ¡Vosotros también henchid la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿cómo evitaréis el juicio del infierno?” (Mateo 23:25-33).

El Mesías no deja absolutamente duda alguna, no sólo en cuanto a la culpabilidad de los líderes religiosos judíos y sus seguidores, sino también la de sus antepasados, sus precursores, aquellos mismos que escogieron el camino del árbol prohibido. Esta elección equivocada se convirtió en un modo de vida que ha sido enseñado y transmitido de generación en generación. Observado desde lejos sería como contemplar a los humanos intentar manejar con sus propias manos sucias y sus propios esfuerzos y su propia ingeniosidad, las cosas santificadas de Dios, ¡asumiendo falsamente que su estatus espiritual estaba asegurado y que su casa espiritual estaba en perfecto orden!

Este pasaje contiene quizás la serie de declaraciones más condenatoria, más mordaz en todas las Escrituras; en efecto, considerando la conclusión alcanzada por Jesucristo, en toda literatura escrita. Y es mejor que sirva como la más severa advertencia posible a nosotros los creyentes de hoy, de nunca dar por sentado el horrendo destino al cual conduce el camino del árbol prohibido, camino que produce una falsedad religiosa, una casa construida por el hombre, que aparenta ser para todo el mundo como la mejor, la más resistente, la más perfecta, la de más valor, la más deseada de todas las edificaciones posibles, pero que en realidad está construida de materiales frágiles en extremo -- una casa que se derrumbará estrepitosamente cuando las primeras ráfagas del huracán de la adversidad y de las pruebas soplen sobre ella.

Por otro lado, el Mesías les habla a sus discípulos sobre el camino del árbol de la vida. En contraste con su declaración anterior con respecto a los escribas y fariseos en Mateo 23:8-12, Él les dice:

Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabí; porque UNO es vuestro MAESTRO, el Cristo; y todos VOSOTROS SOIS HERMANOS. Y vuestro padre no llaméis á nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el MAYOR de vosotros, sea vuestro SIERVO. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado.” (Mateo 23:8-12).

¡Qué diferencia pueden hacer unas pocas palabras! ¡Qué concepto y enfoque totalmente opuesto! Aquí tenemos el camino del árbol de la vida en acción. Un Dios de AMOR--Jehová; un Maestro--el Mesías; y todos los demás, un Cuerpo -- los hermanos, y ¡el mayor entre ellos es el sirviente! ¿Dónde, pues, encaja la ley en este patrón? La ley (el árbol del conocimiento del bien y del mal) es el sacrificio perfecto que es ofrecido sobre el altar perfecto que fue construido sobre la base sólida del árbol de la vida. Es sólo cuando la ley se ajusta correctamente a la GRACIA de Dios el Padre, a la FE viva en el sacrificio del Mesías, que ésta encuentra su lugar y su función correcta. La ley no es algo para idolatrarse ni adorarse, más bien debe ser amada, apreciada, respetada y obedecida. ¡No da la vida eterna, pero es la evidencia de una vida dirigida hacia la eternidad, puesto que es una descripción real de las circunstancias prevalecientes en la eternidad!, pues como leemos en Romanos 13:10: “…el cumplimiento de la ley es el amor.” Y el amor “nunca deja de ser.” (1 Corintios 13:8).

Además, la propia ley, de acuerdo con el apóstol Pablo en Romanos 7:14, está diseñada principalmente para ser de naturaleza espiritual. Esto es un asunto completamente independiente con respecto a los caminos divergentes simbolizados en los dos árboles. Otra vez en el pasaje de Mateo 23, el Mesías deliberadamente trata este tema con los escribas y fariseos, diciendo:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis LO MÁS IMPORTANTE DE LA LEY: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.” (Mateo 23:23).

Recordemos que Él está haciendo referencia a aquellos que se jactan de su estricta obediencia a la ley, y sin embargo es tan lamentablemente obvio su carencia absoluta de ambos: del pleno entendimiento espiritual y de la aplicación justa de la ley. Juicio, misericordia y fe -– son esencialmente elementos espirituales, y requieren del Espíritu Santo para que consistente y genuinamente sean forjados en la vida humana. Los líderes religiosos judíos, a quienes el Mesías ridiculizaba, ni siquiera trataban de ser justos en sus tratos; ni siquiera intentaban mostrar misericordia, ni mucho menos obrar por fe. Si ellos hubiesen estado verdaderamente haciendo estas cosas, entonces su diezmo solícito hubiese tenido valor, pues ellos habrían, en efecto, colocado su sacrificio sobre el altar ya santificado. Juicio, Misericordia y Fe – (LO MÁS IMPORTANTE DE LA LEY) -- son todos partes del árbol de la vida, el ingrediente esencial ausente en el judaísmo del primer siglo, de la misma manera que en toda su historia, incluyendo la actual y mayormente en el resto del mundo supuestamente cristiano.

Un simple, pero profundo ejemplo que muestra las características distintivas de los dos árboles también se puede observar en la actitud y conducta de las amigas del Mesías, María y Marta, quienes junto con su hermano Lázaro, formaron parte de la unidad familiar que tan especialmente servían al Mesías durante Su ministerio. Ambas mujeres fueron un extraordinario ejemplo de sinceridad, y entrañablemente amadas por el Salvador. La diferencia entre ambas, basada en lo espiritual, es absolutamente ejemplar, tal como está demostrado a la perfección en Lucas 10:38-42:

Y aconteció que yendo, entró él en una aldea: y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa. Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual SENTÁNDOSE Á LOS PIES DE JESÚS, OÍA SU PALABRA. Empero Marta se DISTRAÍA en muchos SERVICIOS; y sobreviniendo, dice: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile pues, que me ayude. Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada: Empero una cosa es necesaria; y MARÍA ESCOGIÓ LA BUENA PARTE, la cual no le será quitada.

Con respecto al concepto de los dos árboles, simplemente no existe un cuadro más claro que el de este corto pero elocuentemente poderoso pasaje de las Escrituras. Note la diferencia en la descripción de las dos mujeres. Ambas María y Marta son indudablemente buenas y creyentes sinceras y apreciadas por el Mesías, pero mientras que Marta se ocupa en trabajo físico, María se sienta atentamente a los pies del Mesías, pendiendo de sus palabras. Una es una servidora física (árbol del conocimiento del bien y del mal), la otra una discípula espiritual (árbol de la vida) del Mesías. Note lo que es más importante para Marta -- no necesariamente que ella está trabajando, pues es obvio que a ella le gusta trabajar, y de hecho usualmente está involucrada en servir a su manera, y se jacta de su labor y sus buenas obras. No, lo que más le preocupa a Marta es que su hermana está acaparando la atención del Mesías. Como Marta, al igual que aquellos que se inclinan hacia el camino del árbol prohibido, buscan la atención del Salvador y no la están recibiendo por sus muchas ocupaciones (otro atributo inherente del árbol prohibido), ella se ve en la necesidad de romper con la costumbre diaria y llevar su situación directamente al Mesías, algo que Él rápidamente percibe y que muy hábilmente maneja.

Los comentarios del Mesías a Marta son particularmente reveladores cuando Él afirma que “MARÍA ESCOGIÓ LA BUENA PARTE, la cual no le será quitada”. Observemos que Él pone énfasis en la elección que ha hecho María. Como la mayoría de los judíos del primer siglo, María fácilmente podría haberse ocupado con el servicio físico, es decir, en la justificación de uno mismo por sus propias obras, pero ella era diferente. María está obrando a un nivel espiritual. Ella ha hecho la elección que Adán y Eva no hicieron; ha escogido la buena parte–el árbol de la vida--sentándose a los pies de su mayor representante, siendo enseñada por el propio Mesías, el verdadero Maestro.

Marta, por el contrario, conoce y cree en el Salvador, admitiéndoselo abiertamente en Juan 11:27, pero obviamente ella exhibe una vida que, mientras sincera, está basada en la elección del árbol equivocado. Por supuesto, que Marta, y cualquiera persona en este respecto, no es condenada a causa de una elección errónea, pero un cambio genuino y sustantivo es requerido. Uno tiene la impresión de que eventualmente Marta también escoge esa buena parte, por así decirlo, y, como a su hermana María, ¡no le será quitada!

Recordemos, Dios advierte a Adán y a Eva en el principio que el comer del árbol prohibido produciría no vida, sino la muerte. En su resumen a los escribas y fariseos en Mateo 23, el Salvador articula de forma precisa la verdad de las palabras pronunciadas en el Huerto de Edén. Hablándoles a los principales representantes del árbol prohibido, Él declara:

Por tanto, he aquí, yo envío á vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, á unos mataréis y crucificaréis, y á otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad: Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.” (Mateo 23:34-36).

Y así, los guardianes auto-justificados del árbol prohibido, no sólo cumplieron las palabras del Mesías con respecto a los profetas, los sabios y los escribas enviados por Dios para llamar al arrepentimiento, también acarrearon sobre sí mismos la más inocente sangre de todas -- la del Hijo de Dios, el Mesías. El árbol de la vida era Él mismo colgado sobre el árbol de la muerte, ¡pero gracias al Todopoderoso, el árbol de la muerte ha venido a ser el árbol de la vida para todos aquellos que le creen y le aceptan como su Salvador, y se comprometen a confiar en la gracia de Dios el Padre! ¡Alabado sea su Santo nombre!

------------- LLEVANDO EL ÁRBOL DE LA VIDA AL MUNDO ----------------

El reto de llevar la gesta del mesianismo de Jesús y Su mensaje revelando la esencia del árbol de la vida al mundo, continuó aún después de Su muerte, resurrección y ascensión. La confrontación entre las grandes fuerzas opositoras del concepto de los dos árboles no disminuyó después del sacrificio mesiánico, más bien aumentó en gran escala. De hecho, el verdadero camino divino expresado en el árbol de la vida fue opugnado por toda fuente posible durante el periodo apostólico. De ambos bandos--de izquierda y de derecha, del liberal y del conservador, del pagano y del judío--vino oposición poderosa al esforzado grupo de creyentes y a sus intentos de divulgar el mensaje espiritual contenido en la Palabra del Creador Supremo.

Lo vemos primeramente en los capítulos iniciales del libro de los Hechos, en donde se relata lo más destacado de la Iglesia post-mesiánica primitiva. Debido no sólo al recuerdo y experiencia del muy reciente y milagroso ministerio de Jesús y de los aspectos inusuales de Su muerte y Su manifiesta resurrección, sino también al éxito inmediato de sus seguidores en Jerusalén, los judíos religiosos y su séquito llevaron a cabo un programa de persecución en contra de los primeros conversos, censurando a los apóstoles y a los discípulos, arrastrándolos al Sanedrín, golpeándolos y encarcelándolos, cumpliéndose así las predicciones mismas de Cristo.

Mientras los primeros adeptos a la fe, tal como fuera promulgada por el Mesías, incuestionablemente enseñaron las virtudes y la obediencia a la ley, también es claro que aprendieron bien el propósito de la ley, y dónde ésta encaja apropiadamente en el plan de salvación diseñado por el Dios Omnisapiente. Sus adversarios, judíos estrictos, conocían solamente un camino, y éste era manejar la ley como un club social, reprendiendo, y condenando a cualquiera que no cumpliera con sus requerimientos. Sin embargo, aun con respecto a la Ley, ellos no poseían el Espíritu de verdad que debe estar presente para vivir correctamente por los mandamientos divinos.

Y así, cuando confrontados con alguien tan instruido en la ley como el apóstol Pablo, un fariseo entrenado por los Rabinos más reconocidos, enseñado nada menos que a los pies de Gamaliel, el venerado anciano, nieto de Hillel mismo, los aferrados al árbol prohibido simplemente fueron incapaces de captar la verdadera teología del árbol de la vida. No podían discernir entre la letra y el espíritu de la ley misma, y por lo tanto cuando Pablo les habla de cosas espirituales dentro de la ley, ellos malinterpretan y tuercen sus palabras para destrucción de muchos.

Tan fuertemente atacados como lo fueron los apóstoles en Jerusalén por los judíos religiosos y líderes políticos, es en el ministerio de Pablo que observamos de cerca y personalmente el conflicto que existía entre los seguidores del árbol prohibido y aquellos del árbol de la vida. ¿Por qué suponer que este predicador particular de los Evangelios puede aparentar ser tan diferente de aquellos con los cuales está forzado a lidiar? Parece como si él estuviera enseñando un nuevo mensaje, un mensaje extraño, provocando aun a Pedro a luego comentar:

Y tened por salud la paciencia de nuestro Señor; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito también; Casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas DIFÍCILES DE ENTENDER, las cuales los indoctos é inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para perdición de sí mismos.” (2 Pedro 3:15-16).

En efecto, las palabras de Pablo constantemente son tomadas fuera de contexto, malinterpretadas, mal aplicadas, o apresuradamente descartadas, y sin embargo, este hombre es un celoso cumplidor de la ley. Habiendo sido arrestado por los ancianos judíos y llevado ante el gobernador romano de Judea, Félix Antonio, acusado de sedición y profanación del Templo, Pablo testifica:

Esto empero te confieso, que conforme a aquel Camino que llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo TODAS las cosas que en la ley y en los profetas están escritas… Y por esto, procuro yo tener siempre conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres.” (Hechos 24:14, 6).

Pablo reitera su contienda un poco después cuando es traído ante Porcio Festo, el sucesor de Félix. En esta ocasión él señala: “Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.” (Hechos 25:8).

Cuando Herodes Agripa viene a Cesarea y se le advierte de la encarcelación de Pablo, y de los cargos presentados en su contra por los judíos, le pide a Festo que el prisionero sea traído ante su presencia para interrogación, después de lo cual el apóstol otra vez se defiende más elocuentemente, diciendo:

Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, oh rey Agripa, me tengo por dichoso de que haya hoy de defenderme delante de ti; Mayormente sabiendo tú todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos: …Mi vida pues desde la mocedad …todos los judíos la saben: … conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión he vivido Fariseo …Mas ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo NADA FUERA de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir.” (Hechos 26:2-5, 22).

Aunque un judío estricto, un hombre que libremente admite ser un observador meticuloso de la Torá, sus oponentes, los judíos legalistas, visiblemente no captan su mensaje. ¿Por qué esto debe ser así, si en efecto, Pablo no es culpable de violar la ley o las costumbres? Simplemente porque él está predicando un mensaje espiritual, un mensaje del árbol de la vida, ¡el camino que los israelitas, al igual que sus predecesores Adán y Eva, antiguamente rechazaron! (ver Oseas 6:7; Hechos 7:38-39). ¡Y la diferencia no podía ser claramente más grandiosa, comparable sólo como la noche y el día!

Saulo de Tarso fue uno de los hombres más trascendentales de todos los tiempos, no sólo a causa de su predicación exitosa, sino con respecto a su carácter y a su entrenamiento especializado. Aunque un candidato aparentemente poco probable para llevar el mensaje de salvación a los gentiles en el mundo, Dios sabia precisamente cómo utilizar a este hombre y sus capacidades hasta el máximo.

Su experiencia dramática de conversión en el camino de Damasco, fue uno de los llamamientos divinos más excepcionales jamás dado a ser humano. Aunque convicto por el mesianismo de Jesús, y a pesar de sus predicaciones espirituales en las sinagogas de Damasco, Pablo no fue aceptado fácilmente por los discípulos en Jerusalén. Después de todo, él fue un notorio perseguidor de los primeros conversos, además de ser un participante en el martirio de Esteban. Gracias a Bernabé, el hijo de consolación, él fue finalmente presentado y recibido por los apóstoles. No transcurrió mucho tiempo, sin embargo, antes de que el apóstol Pablo estuviera agitando a judíos y griegos por igual, y creando literalmente un gran alboroto entre las gentes, a tal punto que querían matarlo. Fue en este momento que se retiró a su hogar en Tarso, donde, aunque continuaba predicando localmente, había permanecido en relativa discreción por algunos años. Su primer viaje misionero lo lleva a través del Sur de Galacia, y junto con Bernabé, establecen muchas asambleas locales en la fe. Tempranamente en Antioquía de Pisidia, Pablo experimenta sus encuentros iniciales con aquellos que se le opondrían a través de su ministerio. Después de predicar un poderoso mensaje en la sinagoga, con algunos judíos y gentiles demostrando mucho interés, leemos lo siguiente:

Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía… los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su comarca.” (Hechos 13:45, 50).

Se movieron hacia Iconio donde los incrédulos judíos incitaron a los gentiles del área, forzándolos a escapar hacia Listra, y aunque bien recibidos al principio, el mismo patrón maligno se repetía, como leemos en Hechos 14:19-20:

Pero vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. Pero mientras los discípulos lo rodeaban, él se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente partió con Bernabé a Derbe.

Después de regresar a Antioquia en Siria, el hogar base de Pablo, el problema que justamente ha estado enfrentando, resurge, y precipita la famosa asamblea de Jerusalén cerca del año 49 DC. Leemos en Hechos 15:1-2, 4-5:

Y algunos descendieron de Judea y enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, NO PODÉIS SER SALVOS. Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión… Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, e informaron de todo lo que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés.” (Hechos 15:1-2, 4-5).

Ahora la confrontación ocurre abiertamente entre los mismos apóstoles en Jerusalén. Las dos posiciones, una, la del árbol de la vida, la otra, la del árbol prohibido, son diametralmente opuestas, y son traídas ante Santiago y los otros apóstoles en una forma dramática. Este argumento debe ser resuelto y prontamente, pues tiene el potencial de quebrantar la unidad de los primeros creyentes, y de destruir el trabajo fundamental ya plantado por los discípulos de Jesús.

La cuestión en este asunto no debe causar duda en ninguno. Es el clásico argumento de los proponentes del árbol prohibido, y está expresado precisamente en el versículo 1 con las palabras claves “NO PODÉIS SER SALVOS”. De esta frase depende todo este crítico asunto. Los apóstoles originales estuvieron con el Mesías por varios años de entrenamiento intenso y de otras experiencias únicas. Él era el representante principal del árbol de la vida. En efecto algunos irían tan lejos como decir que ¡Él era el árbol de la vida! Así es que no debe haber duda con respecto a Su entendimiento del concepto y controversia de los dos árboles. Después de todo, Él fue forzado a contender con el grupo opositor toda Su vida, y como se establece en Hebreos 12:3:

Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón.

¿Habrá siquiera una pizca de posibilidad que Jesús no haya enseñado a sus discípulos la verdad sobre los dos árboles? ¡En lo absoluto! Ellos fueron claramente instruidos en esta verdad, y presenciaron a su Maestro ir exitosamente en contra de lo mejor que la otra parte podía ofrecer. El punto es que los tal llamados apóstoles de Jerusalén, Pedro, Juan y los otros, no fueron deficientes en su discernimiento sobre este asunto en extremo crucial. Podemos tender a pensar que sólo Pablo tenía el entendimiento correcto sobre este principio, puesto que él escribe bastante sobre ello, pero en la conferencia de Hechos 15 se demuestra en efecto que había consenso sobre esta posición, y una resolución conjunta fue generada en la conclusión de esta asamblea.

Con respecto a los hechos mismos, nos es dada una breve percepción de los trabajos internos de la asamblea. Santiago, el hermano de Jesús, es la figura preeminente en toda Judea tanto entre los judíos creyentes como entre los no creyentes. Él es conocido, no sólo por su íntima relación familiar con el Mesías, sino por su propia conversión profunda, por su sabiduría y especialmente por su piedad. Hay evidencia de que Santiago pudo haber ocupado una alta posición en el Sanedrín. Sobre todo, él es el líder indiscutible de los judíos creyentes, y en particular los de Jerusalén. Aunque la decisión final acordada es un esfuerzo de grupo, incluyendo la participación de la propia asamblea, es evidente, según el recuento de Hechos 15, que Santiago toma un rol predominante en la asamblea.

Después de un conmovedor debate, Pedro se levanta y se dirige a la audiencia. Y haciendo un recuento de cómo los gentiles recibieron el Evangelio por primera vez a través de su propia predicación (como resultado de la intervención directa del Mesías mismo mediante una visión que le muestra a Pedro, ver Hechos capítulo 10), éste exhibe un entendimiento especial sobre la delicada situación que existe entre ellos y los judíos. Nosotros normalmente pensamos que Pablo fue el apóstol entre los primeros discípulos que primeramente entendió las dificultades manifestadas en esta relación particular, pero claramente, Pedro poseyó esta misma percepción. Ahora, notemos bien cuidadosamente lo que él le dice al grupo:

Y después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que en los primeros días Dios escogió de entre vosotros que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. Y Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, así como también nos lo dio a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, PURIFICANDO POR LA FE SUS CORAZONES. Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un YUGO que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Creemos más bien que SOMOS SALVOS por la GRACIA del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son.” (Hechos 15:7-11).

Estas palabras, pronunciadas por el apóstol Pedro, a quien muchas gentes tienden a colocar en oposición al apóstol Pablo, son poderosas y convincentes, y necesitamos prestarle atención especial. Recordemos que la facción judía demandando la subyugación de los creyentes gentiles a las regulaciones de la ley de Moisés, fue insistente en esto como ¡EL MEDIO DE SALVACION! Pedro, el mismo a través del cual los gentiles recibieron y creyeron por primera vez el Evangelio, está en la mejor posición posible para combatir efectivamente la creencia errónea de los judíos. Él estaba directamente familiarizado con las dos posiciones de la controversia en cuestión. Después de todo, durante casi toda su vida había sido un devoto incondicional del árbol prohibido. Ahora, después de su experiencia con el Mesías, era un verdadero convertido al árbol de la vida, y por lo tanto fue capaz de transmitir a los hermanos que la salvación viene a los gentiles de la misma manera que a los judíos, no por el guardar la ley, sino por la GRACIA de Dios a través de la FE en el Salvador. Pedro deliberadamente contrasta este único y correcto camino a la vida eterna con la noción opositora planteando el interrogante definitivo:

Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hechos 15:10).

Por un lado, él presenta la salvación por gracia a través de la fe, y eso, como Pablo luego declara, “no por nosotros mismos, sino como dádiva de Dios” (Efesios 4:8-9); y por otro lado, él llama el enfoque de los judíos una salvación por fuerza, es decir, por la imposición de un yugo diseñado para controlar a los creyentes y ¡por lo tanto ganarles la salvación deseada! Viniendo del apóstol Pedro, esto constituye una declaración definitivamente de alcance general, por parte de los apóstoles de Jerusalén, un alejamiento OFICIAL del camino antiguo del árbol prohibido, y una completa entrega al concepto del árbol de la vida según propuesto por el Mesías. Este discurso debe ser visto como un hito y un momento decisivo en la relación entre los judíos creyentes y los gentiles.

Admito plenamente que algunos tendrán dificultad en aceptar el hecho de que el apóstol Pedro llama al sistema legal de la antigua Israel un yugo. Muchos serán altamente tentados a limitar su significado a solamente las instrucciones sobre los sacrificios, o quizás a las regulaciones que fueron añadidas por los líderes religiosos, pero esto no puede ser el objeto de su referencia. Un yugo es básicamente un marco de madera para enjaezar animales de trabajo. De esta manera se puede ejercer control y los animales pueden ser guiados y controlados para realizar una labor más eficiente. Puesto que Adán y Eva eligieron creer la mentira de Satanás con respecto a lo que Dios les había dicho sobre el árbol del conocimiento del bien y del mal, por consiguiente, Dios eligió lidiar con la antigua Israel en base al método del árbol prohibido. El creó un sistema con numerosas particularidades: una larga lista de qué hacer y no hacer, un programa que literalmente dominó las vidas de las gentes. Prohibiciones forzosas se pusieron en marcha. Se tenían que hacer cosas precisas, y en tiempos e intervalos específicos, muchas veces acompañados por un tipo de vestimenta, con diferentes ofrendas y abluciones incluidas.

Más allá de los engorrosos rituales, estaba el hecho de que los israelitas eran considerados por Dios como estando “bajo la ley”. El apóstol Pablo establece que los creyentes y seguidores del Mesías ya no están “bajo la ley”. Este término ha sido interpretado en diferentes maneras a través de los años, dependiendo de la inclinación teológica particular del individuo o la iglesia en particular. Para la mayoría de los cristianos profesos, la noción de no estar bajo la ley significa que la ley ha sido abolida o que ya no es necesaria. Innumerables explicaciones abundan con respecto a esta interpretación, la mayoría de las mismas sin fundamento bíblico y no convincentes. Para otros, no estar bajo la ley es visto como no estar bajo la penalidad de la ley. Y mientras ésta quizás sea una teoría un tanto más plausible, todavía no es del todo satisfactoria y no contesta todas las interrogantes surgidas por la frase, así es que debemos pensar en términos de simplemente qué es lo que la frase dice, y ver si podemos llegar a un mejor entendimiento de estas palabras.

Si uno está subordinado a algo, existe una fuerte implicación de que otra cosa está sobre “ese algo”. La Biblia contrasta el estar “bajo la ley”, con el estar “bajo la gracia”. Éstos son obviamente dos conceptos desiguales. Ahora bien, estar bajo la ley no prescinde de la gracia de Dios, como tampoco estar “bajo la gracia” abroga Su ley. Ambos, la ley y la gracia, son realidades divinas, y dentro del contexto del propósito del Todopoderoso, no son realidades opuestas.

Dicho esto, sin embargo, ¿bajo cuál de las dos realidades prefiere Dios que Su pueblo esté? ¿Debe la ley ser el yugo o la gracia? Evidentemente no es la ley, pues ese yugo, de acuerdo a Pedro, era duro de sobrellevar. Por otro lado, el Mesías, como ya hemos señalado, nos dice que Su yugo, que corresponde a la gracia, es liviano. Por favor, analicemos bien la diferencia tan evidente en este asunto. Con respecto al primer pacto, la ley estaba en supremacía y por lo tanto era el factor controlador en la vida de las gentes; y la gracia, mientras que ciertamente estaba presente, necesariamente no estaba “activa” en su propósito excelso, excepto en casos muy especiales, como el que el Mesías mismo señala, cuando dice: “Abraham …se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.” (Juan 8:56).

Bajo el nuevo pacto la gracia está en supremacía y por lo tanto, es el elemento dominante en la vida de los creyentes en el Mesías, mientras que ahora la ley tiene su lugar apropiado en el plan divino de las cosas, ya no controlando al individuo, más bien convirtiéndose en una sincera expresión espiritual de su vida. Ya no se trata de medir a una persona por la precisión con que guarda la ley, sino por su fe en la gracia de Dios, el sacrificio de Yahshua, la vida en el Espíritu, el desarrollo eficaz del carácter / mente del Mesías, tal como lo expresa Pablo:

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1 Corintios 2:16).

La conclusión de la conferencia en Jerusalén es muy reveladora, ya que los apóstoles y discípulos, quienes habían caminado, hablado y compartido físicamente con el Mesías, no argumentaron en contra de Pablo y Bernabé, sino que más bien llegaron a un acuerdo con ellos sobre el tema de la ley con respecto a la salvación, y también con respecto a su función como agente controlador en la vida del creyente. Cuando Pedro se pone de pie y dice: “Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hechos 15:10), él está expresando exactamente lo mismo que el apóstol Pablo en sus escritos, a saber, que la venida de Yahshua y el derramamiento del Espíritu Santo ha libertado al creyente de estar “bajo la ley”. Ese sistema fue una carga para los israelitas desde la época de Moisés hasta el tiempo de Yahshua, y se diseñó que fuera así, porque, como ya hemos analizado, Dios estaba operando intencionalmente con la antigua Israel sobre la base de la decisión equivocada tomada en el Huerto de Edén--el participar del árbol prohibido. Tengamos en cuenta que la carga era necesaria para el bien de la gente, porque ellos eran "¡Duros de cerviz! ¡Incircuncisos de corazón y de oídos!” (Hechos 7:51)! Ellos se negaron a obedecer, y por lo tanto fue necesario establecer un control de la situación. Todo el sistema legal, inclusive los sacrificios y rituales, era una buena cosa, y completamente apropiada bajo las circunstancias existentes, en especial porque les recordaba que eran pecadores (Hebreos 10:1-3). El aspecto gravoso, sin embargo, ya no es necesario para aquellos que poseen y viven conforme al Espíritu -- (estudiar meditativamente Romanos 8:1-14).

La conferencia de Hechos 15 concluye con Santiago expresando la voluntad de los discípulos de que el grupo judío que insistía en que los gentiles se circuncidaran y guardaran la ley de Moisés para “ganar” su salvación, estaba en error, y que ellos no sancionarían tal cosa. A esos efectos ellos escriben una carta, la cual se envía a las asambleas en Antioquía, Siria y Cilicia. Pablo y Bernabé entonces regresan a Antioquía. Poco tiempo después, Pedro viene de visita, y esa historia es relatada por Pablo en el segundo capítulo de Gálatas. Aunque no es necesario detenernos mucho tiempo en este episodio, es muy interesante, y revela el período de transición que experimentaron los primeros discípulos judíos a medida que iban siendo transformados del camino del árbol prohibido al árbol de la vida.

Cuando Pedro llega a Antioquía, su conducta se torna muy reveladora. Comenzando en Gálatas 2:11, leemos:

Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí en su cara, porque era de condenar. Porque antes que viniesen unos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, mas cuando vinieron, se retraía y se apartaba, teniendo miedo de los que eran de la circuncisión. Y otros judíos también disimulaban con él; de tal manera que también Bernabé fue llevado con su simulación. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? Nosotros, somos judíos naturales, y no pecadores de los gentiles; sabiendo que el hombre NO ES JUSTIFICADO por las OBRAS DE LA LEY, sino por la FE de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada." (Gálatas 2:11-16).

El apóstol Pedro fue un hombre de gran prestigio en la Iglesia primitiva. Fue uno de los primeros Doce, y siempre fue visto como el más comunicativo del grupo, y un líder natural entre los discípulos. No sólo se le encomendó la responsabilidad de velar por la predicación del Evangelio a los judíos, fue el primero en llevar el Evangelio a los gentiles también. Sin embargo, Pedro, como la mayoría de los creyentes centrados en Judea, tuvo que pasar por un cierto periodo de acoplamiento con respecto a la relación entre los judíos y gentiles. Después de todo, los judíos no ven con buenos ojos a los pueblos no israelitas. Esta actitud había formado parte de su cultura por siglos, y no cambió de un día para otro para los primeros creyentes judíos. Aquí, en Pedro, tenemos un buen ejemplo de ello.

Seguir la ruta trazada por el árbol de la ciencia del bien y del mal es equivalente a caminar en la carne, es decir, por nuestro propio esfuerzo. Es evidente que los antiguos israelitas son el ejemplo notable de esta forma de vida. Las leyes que le fueron dadas no eran malas, ni eran para su mal, sino que simplemente no contenían la vida. Éstas controlaban el comportamiento rutinario de las personas, pero sin el Espíritu Santo, los israelitas no podían ni siquiera obedecer la ley en la letra, y mucho menos el espíritu de la ley. Sus vidas estaban siendo gobernadas no por la morada real del poder de Dios, sino por la ley bajo cuyos efectos estaban sujetos. Por supuesto, siempre les fue mejor a los Israelitas cuando eran obedientes, no sólo porque no eran castigados, sino porque la ley también conlleva bendiciones físicas para cualquiera persona que la obedezca. Ninguna medida de obediencia humana a la ley, sin embargo, podría ser un sustituto viable para lo que era requerido en el plan divino de la salvación, requerimiento que no estaba incluido en el primer pacto, es decir, el Espíritu Santo, que le proveería al hombre la ayuda necesaria para el CUMPLIMIENTO DE LA LEY EN EL ESPÍRITU.

Definitivamente, ninguna medida de obediencia a los aspectos físicos del sistema legal podría nunca, por sí sola, producir vida eterna, ya que la ley carece de tal poder. Recorrer por el camino del árbol de la vida, es caminar en el Espíritu, tal como Pablo nos exhorta:

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era IMPOSIBLE PARA LA LEY, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.” (Romanos 8:1-3).

Aquellos que tienen la ley pero sin la presencia real del Espíritu de Dios morando en ellos, están por definición “bajo la ley”, lo que es un yugo, un arnés (armadura o escudo), una carga (el grado que determinan los que administran la ley). La ley se convierte en el factor dominante en la vida. Sin embargo, con el Espíritu Santo trabajando en el interior, es decir, en la mente de la persona, la ley ya no controla, porque Cristo ahora cumple esa labor para con los verdaderos creyentes; Él es el elemento de control. Ahora pregúntese, ¿preferiría ser controlado por la ley o por el Mesías que vive en usted? Su respuesta determinará su posición con respecto a la cuestión fundamental de la ley y la gracia, y de los enfoques a la salvación representada por los dos árboles.

-------------------- LA DIFÍCIL CARTA A LOS GÁLATAS -----------------------

La Carta de Pablo a los Gálatas es uno de los escritos más importantes, y a la vez de más confundimiento en las Escrituras. Digo “confundimiento”, porque muchas personas parecen estar confundidas sobre qué se está diciendo. Las iglesias de Galacia, incluyendo las de Antioquía, Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, fueron establecidas por Pablo durante su primer viaje misionero. La carta en cuestión es una de sus primeras epístolas, y fue enviada a esta zona para contrarrestar un grave problema que había surgido mientras Pablo se encontraba ausente del lugar.

Tal como frecuentemente suelen ser las cosas, ciertos estrictos profesores judíos, a veces llamados “judaizantes” o del “bando de la circuncisión”, se habían relacionado y hasta afiliado a estas asambleas relativamente nuevas y comenzaron a enseñar a los hermanos que para ser salvos debían ser circuncidados y observar la ley de Moisés. Tal contienda indignó en gran manera al apóstol Pablo, ya que de inmediato él entendió cuán grave era el asunto, esto es, ¡que el sacrificio expiatorio del Mesías se estaba considerando insuficiente para la salvación! Recordemos que esta es una de las principales características de aquellos que tienden a seguir el camino del árbol prohibido, que tiene un efecto poderoso sobre personas que no son verdaderamente dirigidas por el Espíritu Santo y que, el rechazar o el menospreciar a Yahshua como su Salvador, es muy a menudo un signo delator de alguien que está siguiendo o que está fuertemente influenciado por la filosofía del árbol del conocimiento del bien y del mal. Además, podemos observar que las personas que escogen este otro camino tienden también a denigrar la validez del Nuevo Testamento, posiblemente argumentando que, como las primeras copias completas están en el idioma griego, entonces, el contenido no puede ser confiable, o que, cuando es conveniente para sus fines, alegarán que la traducción es errónea, o que se han manipulado las palabras. Estos hechos deben mantenerse claramente en cuenta por todos los creyentes, y al toparnos con los mismos debemos ser ¡escrupulosamente perspicaces! Si bien estas características pueden no siempre revelar a alguien que tenga esta mentalidad en particular, a menudo sucede.

Atribuir al Mesías un papel secundario, indistintamente de la manera o método de querer explicarlo, debería provocar fuerte resistencia por parte de los verdaderos creyentes. El apóstol Pablo respondió enérgicamente y con mayor rapidez a este tipo de error que a cualquier otro problema o situación negativa que enfrentó durante su ministerio. Respecto de la legitimidad del Nuevo Testamento en griego, es cierto que existen algunos problemas, no obstante, analizando los diversos escritos a través de “ojos hebreos”, con frecuencia puede ser de inmenso valor para entender más claramente cualquier pasaje específico. La mayoría de los errores de traducción más notorios en el Nuevo Testamento son generalmente conocidos hoy en día y, no deberían presentar dificultad alguna para cualquier persona diestra en las Escrituras. Y la noción de que los Evangelios o las cartas apostólicas de alguna manera no son del mismo nivel de importancia que se le atribuye a las Escrituras hebreas es un pensamiento por demás frívolo, infundado, ya que el Omnisapiente y Todopoderoso Dios es responsable por el registro bíblico completo; y evidentemente los primeros apóstoles entendieron que los escritos de Santiago, Pedro, Juan, Mateo, Judas y Pablo definitivamente debían ser considerados como lo que en efecto eran, y son, ¡la palabra inspirada de Dios! Por lo tanto, insto a todos a ser prudentemente precavidos cuando se trata de juzgar la validez de los libros del Nuevo Testamento. Mientras que sí hay algunos errores, como también en el texto hebreo original, en algunos, no muchos de los casos, serían preferibles los manuscritos griegos, pues la información esencial que el Bendito y Misericordioso Dios nos quiere transmitir está presente en el texto que tenemos a nuestra disposición hoy día.

Pablo comienza su carta a las iglesias de Galacia, exclamando:

"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio: No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban, y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo os predicare otro evangelio del que os hemos predicado, sea anatema." (Gálatas 1:6-8).

Tengamos en cuenta que el asunto aquí envuelve la gracia, que es la esencia del árbol de la vida. Y también tengamos en cuenta que la gracia concedida a estos creyentes gentiles estaba en peligro de ser rechazada debido a ciertos individuos que buscaban desviar a los gálatas de la gracia de Dios a otro evangelio, lo que significa ¡OTRA FORMA DE SALVACIÓN! La situación que se había desarrollado entre estas iglesias era ¡una clásica batalla entre las fuerzas de los dos árboles!

Pablo, un distinguido erudito, entrenado por los más reconocidos rabinos en la ley, que era su especialidad, se había convertido en un creyente, no sólo en Yahshua como el verdadero Mesías, sino también en la salvación eterna por gracia mediante la fe, no una salvación que se obtiene por obras. Por lo tanto, él fue transformado en un fiel seguidor del camino simbolizado por el árbol de la vida. Aquellos individuos de los cuales él habla en el versículo 7, "sino que hay algunos que os perturban", habían entrado en las diversas asambleas y comenzado a promulgar un mensaje diferente de salvación, esbozando un camino diferente a la vida eterna.

Había dos árboles en medio del huerto, no muchos, y hay dos métodos o enfoques hacia la salvación. Sólo uno es legítimo y certificado por Yahweh como destinado a la vida eterna. El otro produce una limpieza externa, pero nada puede hacer para perfeccionar lo que está dentro, en el corazón, es decir en la mente, por lo tanto conduce finalmente a la muerte. Pablo era un predicador del árbol de la vida. Aquellos quienes se le opusieron fueron partidarios del árbol del conocimiento del bien y del mal. ¡Dos mentalidades diferentes, dos caminos diferentes, dos destinos diferentes!

Estos falsos maestros no sólo intentaron subvertir el mensaje del Evangelio predicado por Pablo a los gálatas, sino también socavar su propia credibilidad como un verdadero Apóstol. Muy bien sabían ellos que Pablo no era uno de los doce apóstoles originales, y por lo tanto, sintieron que podían cuestionar seriamente su apostolado. El propósito era degradarlo a los ojos de las asambleas locales, un problema que persiguió a Pablo a lo largo de su ministerio. Por lo tanto, él se vio obligado a actuar en defensa de la VERDAD, lo cual hace, comenzando en Gálatas 1:11, siguiendo hasta el final del capítulo 2 y concluyendo con la siguiente declaración más que poderosa sobre el tema general de la carta:

"Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No DESECHO la GRACIA de Dios, porque si POR LA LEY fuese la JUSTICIA, entonces CRISTO MURIÓ EN VANO." (Gálatas 2:20-21).

¡Qué maravillosa “capsulación” de la posición del apóstol Pablo sobre este delicado asunto! Claramente está dando a entender que aquellos que se le opusieron con sus enseñanzas de una salvación por obras son culpables de pretender invalidar la gracia de Dios simplemente porque la vida eterna es un don gratuito de Dios. Y ciertamente que la gracia de Dios es un don, UN DON MUY ESPECIAL, ¡ES EL DON DE LA VIDA ETERNA! Y como es un DON, es decir, algo TOTALMENTE GRATUITO, no puede ser ganado, no puede comprarse, no puede obtenerse por esfuerzo propio, no importa cuánta obediencia a la ley esté involucrada. De hecho, si la justificación viene por la ley, entonces ¡nuestro Salvador murió EN VANO! ¡Así de importante realmente es este tema para todos los creyentes en Yahshua!

Una vez adentrados en el capítulo 3 de esta epístola, comenzamos a entrar en el meollo del asunto para Pablo. Delineando los caminos divergentes, simbolizados por los dos árboles. Pablo comienza con una pregunta:

Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe?” (Gálatas 3:2).

En otras palabras, él le cuestiona a los gálatas, ¿piensan que Dios les dio el Espíritu Santo porque ustedes se probaron a ustedes mismos delante de Él haciendo buenas obras, o acaso no recibieron el Espíritu como un don de Dios a través de la fe? ¡Y asombrosamente esta sigue siendo una de las preguntas indescifrables para los creyentes hasta el día de hoy! Está bien claro en la mente de Pablo que la respuesta de los gálatas debía ser obvia, pues, dando por sentado que responderían correctamente, procede con otro interrogante, de tono judicial, diciéndoles:

¿Tan necios sois, habiendo comenzado en el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?” (Gálatas 3:3).

Recordemos el problema en Galacia. Falsos maestros han llegado y han convencido a los hermanos en la creencia de que la justificación y la salvación son el resultado de guardar la ley y no de la gracia de Dios mediante la fe en el sacrificio de Cristo. La primera pregunta que Pablo les hace es casi retórica en naturaleza, ya que la respuesta es obviamente que los creyentes recibieron el Espíritu Santo, no por obras, sino por la FE. Habiendo construido un fundamento firme, imposible de refutar, él los lleva a la única posible conclusión racional: “Si comenzaron este llamado en el Espíritu por fe, ¿cómo es que esperan que la perfección se logre a través de la ley por la carne, es decir, por obras físicas que complacen la carne?” (Leer meditativamente, en la versión Reina-Valera 1960, Levítico 18:5; Nehemías, capítulo 9, en especial versículo 29).

Tan increíble como es, muchos seres humanos tienen gran dificultad en aceptar lo que Dios da por gracia. Es simplemente que piensan que si ellos no pueden adquirir personalmente, es decir, por sí mismos, la salvación, entonces se perderían, porque no pueden creer que Dios pueda darles GRATUITAMENTE algo tan grande, tan importante, tan permanente. Y esto es realmente el meollo del asunto – fe en el Dios invisible, no en términos de Su existencia, sino de Su don de salvación a los seres humanos indignos de tal galardón. Si basamos lo que el Bendito y Misericordioso Dios nos ofrece a nuestra propia capacidad para ganarlo, ¿cómo podemos posiblemente esperar lograrlo alguna vez? Realmente, ¿creemos que podemos llegar a ser lo suficientemente justos como para merecer la vida eterna? ¿No deberíamos más bien ser agradecidos más allá de lo que las palabras pueden expresar que esto todo depende del benefactor Dios Creador Todopoderoso, quien sabe exactamente cómo llevar a cabo tales propósitos? De hecho, si dependiera de nuestras propias obras, ¡estamos condenados al total fracaso antes de siquiera acercarnos a la puerta de salida!

Pablo continúa en el capítulo 3 de Gálatas elocuentemente expresando una serie de pensamientos con respecto a este asunto fundamental. Él explica cómo Abraham creyó y su fe le fue contada por justicia. Enfáticamente él no está diciendo lo que muchos suponen, es decir, que porque Abraham creyó, por lo tanto, ¡estaba en libertad para violar la voluntad de Dios! Por supuesto que no. Lo que él está resaltando, sin embargo, es la verdadera justificación de la fe, es decir, la actitud correcta a los ojos de Dios que se le atribuye a los de la verdadera fe. Tal fe entonces equipa al creyente para caminar efectivamente a la manera de Dios, por lo que leemos acerca de Abraham en el capítulo 11 de Hebreos:

POR FE Abraham, siendo llamado, OBEDECIÓ para salir al lugar que había de recibir por herencia; y salió sin saber a dónde iba. POR FE habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa: Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo artífice y hacedor es Dios. POR FE Abraham cuando fue probado, ofreció a Isaac, y el que había recibido las promesas, ofreció a su hijo unigénito.” (Hebreos 11:8-10, 17).

De hecho, todo el capítulo 11 de Hebreos es un caudal de ejemplos de hombres y mujeres que, por la fe, obedecieron y sirvieron al Todopoderoso, algunos logrando grandes cosas, experimentando liberación poderosa y la obra de milagros portentosos; otros resistiendo la adversidad aun en su propio detrimento, ¡con grande regocijo sufriendo privación, miseria, pobreza, persecuciones, azotes crueles, prisión y muerte brutal, de los cuales, dicen las Escrituras, el mundo no era digno! ¡Amén! Lea este capítulo completo y ¡regocíjese ante el Soberano Dios de las misericordias!

Continuando, Pablo dice en el versículo 7 que “los que son de la fe (en oposición a la ley, lo cual es su tema), éstos son hijos de Abraham.” Este es un punto clave, porque Abraham es considerado “el padre de todos nosotros” (Romanos 4:16). Recordemos que el pacto con Abraham era el mayor de todos los pactos antiguos, y que a él le fueron dadas las promesas, incluyendo la del Mesías y Salvador, Yahshua, quien nacería de sus lomos, es decir, su misma simiente. De hecho, Pablo lleva este concepto más allá en este mismo tercer capítulo de Gálatas, diciendo:

Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de CRISTO, entonces SIMIENTE DE ABRAHAM SOIS, y herederos conforme a la promesa.” (Gálatas 3:27-29).

Esto es, por supuesto, ¡una de las verdades más trascendentales de la Biblia! Aquellos que son del Espíritu y del árbol de la vida tienen al Mesías y son considerados hijos de Abraham. Tengamos en cuenta que en Hebreos 2:16, se dice, incluso de Yahshua mismo:

Porque ciertamente no tomó para sí la naturaleza de los ángeles, sino que tomó la de la simiente de Abraham.

Interesantemente, el escritor se inspira para decir que el Mesías tomó sobre sí la naturaleza de la simiente de Abraham. Cristo es considerado como la simiente de Abraham, no de Adán, señalando una diferencia básica entre lo físico y lo espiritual, entre el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Pablo les dice a los gálatas que el pacto Abrahámico es mayor y sustituye el posterior pacto mosaico realizado en el Monte Sinaí. Esto, por supuesto, directamente hace cara a los falsos maestros que habían estado alegando justo lo contrario. Esto no es una degradación “Pablista” de la ley, sino simplemente una declaración de los hechos dentro de la disposición de las cosas según la voluntad del Dios Creador. Y tengamos en cuenta que Pablo está escribiendo toda esta carta principalmente para combatir a los falsos maestros que están poniendo la ley por encima del Mesías como el medio de salvación. Si no se corrige a los gálatas en este asunto, fácilmente se exponen a perder la vida eterna, ya que estarían sometiéndose a lo que no es posible pueda darles salvación. Por lo tanto, Pablo dice:

Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa, porque si la herencia es por la Ley, ya no es por la promesa; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa.” (Gálatas 3:17-18 RVA 1995).

Al leer el libro a los Gálatas, es necesario que nos preguntemos, ¿por qué Pablo dice esto? En el caso que nos ocupa, Pablo hace la declaración porque la gente estaba siendo convencida de que el pacto mosaico, el cual se estableció unos 430 años después del pacto Abrahámico, deja la promesa de un Salvador como medio de salvación sin efecto. En otras palabras, que la ley es el medio facultativo de la vida eterna. Esto era un error terrible y tenía que ser corregido de inmediato.

En el debate sobre esta delicada cuestión con los gálatas, Pablo se esmera en explicar la posición exacta que la ley ocupa si se analiza desde la perspectiva divina. El versículo 19 es un pasaje especialmente controvertido por mucha gente y, en general, la mayoría de las interpretaciones no son satisfactorias. He aquí la cita:

"¿Para qué entonces, sirve la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa…

O como lo rinde la versión Dios Habla Hoy:

Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue dada después, para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres, hasta que viniera esa “descendencia” a quien se le había hecho la promesa.” (Gálatas 3:19).

Como de costumbre, la inmediata reacción del cristianismo protestante es que esto es prueba adicional de que la ley antigua estuvo en efecto mucho antes, pero no ahora, y que en Cristo, se anula. Esto, por supuesto, es patéticamente incorrecto. Por otro lado, tenemos aquellos con bases legalistas, quienes, en su intento por rescatar la ley que otros se afanan por invalidar, tratan de hacer creer que el versículo 19 se refiere sólo a los rituales mosaicos, y por lo tanto no aplicable a toda la ley. Aunque tal vez con buena voluntad, esta conclusión también está en error, porque definitivamente no armoniza con el resto de la carta.

Cuando Pablo habla de la ley en Gálatas 3:19, está hablando de la misma ley que él ha estado debatiendo a lo largo de toda la epístola, y esto ciertamente no se limita al sistema de sacrificios de la antigua Israel. Él tiene que referirse a todo el sistema legal codificado puesto en vigor bajo el liderazgo de Moisés en el Monte Sinaí. A la luz de este hecho, echemos un breve vistazo a lo que sabemos sobre esa ley.

En primer lugar, podemos demostrar fácilmente que los principios básicos de los diez mandamientos estaban vigentes desde el principio. Esto es razonable, ya que la Biblia define el pecado como "transgresión de la ley" (I Juan 3:4). En la actividad humana el pecado se introdujo en el Huerto de Edén, y la violación a las leyes que más tarde fueron llamados los diez mandamientos fue obviamente un pecado mucho antes de la era mosaica.

En segundo lugar, hubo sacrificios y rituales antes del Pacto Sinaítico, aunque pudieron haber sido de forma voluntaria. Esta noción parecería factible por lo menos en el caso de Caín y Abel, sin embargo, debemos observar que ellos trajeron sus ofrendas al altar en un punto del tiempo divinamente señalado (Génesis 4:3). Además, todo parece indicar que antes de Caín y Abel, el Eterno había extendido Su misericordia a Adán y a Eva al vestirlos con túnicas de pieles (Génesis 3:21), para lo cual obviamente algún animal fue sacrificado. Por lo tanto, no podemos pasar por alto el hecho de que desde el principio mismo Dios instruyó a Adán y Eva, y también a Caín y Abel, en el sistema sacrificial. Y sin duda, de igual manera a Set y su descendencia.

También recordemos la declaración de Dios a Isaac en Génesis 26:1-5: “Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.

Si en la era Abrahámica existían “mandamientos, estatutos y leyes”, entonces algún tipo de sistema sacrificial estaba vigente. Por lo tanto, está en orden preguntar: ¿qué quiere decir Pablo cuando afirma en Gálatas 3:19 que la ley fue añadida por causa de las transgresiones?

La respuesta debe estar en armonía con el resto de la carta. Lo que Pablo está diciendo es que por ser los israelitas una gente desobediente, de mente carnal, “duros de cerviz”, Dios instituyó un sistema legal complicado, que incluía los mandamientos, estatutos, ordenanzas, reglamentos rituales, etc., al cual los israelitas debían someterse. En esencia, un tipo de control, de ORDEN. Y como los israelitas no tenían acceso libre al árbol de la vida, tenían que operar bajo el árbol del conocimiento del bien y del mal. Por lo tanto, estaban “bajo la ley”, la cual les sirvió de ayo, como Pablo explica, y de lo que nos ocuparemos más adelante. Esto, enfáticamente, NO es la función de la ley para aquellos que creen y aceptan a Yahshua como su Salvador, se arrepienten de sus pecados, y reciben el Espíritu Santo. Esto es confirmado en la parte final del versículo 19, donde Pablo dice que la imposición del sistema legalista sobre los israelitas fue diseñado para servir como agente de control, “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”, refiriéndose, por supuesto, al Mesías. Ahora Cristo se ha convertido en el factor de control por su presencia y su influencia sobre el corazón (la mente) de los creyentes arrepentidos. OBEDIENCIA A LOS MANDAMIENTOS ES AHORA EL RESULTADO SOBRENATURAL, ES DECIR, NO HUMANO, DE LA REALIDAD ESPIRITUAL INTERIOR, EXPRESANDO UNA PLENITUD QUE SIEMPRE FUE PROGRAMADA POR DIOS EN SU PLAN DE SALVACIÓN, PERO IMPOSIBLE SIN LA ACCIÓN SIEMPRE PRESENTE DEL ESPÍRITU SANTO. Los seguidores del árbol de la vida ahora son capaces de incorporar correctamente la esencia del árbol del conocimiento del bien y del mal y hacerlo de una manera que les lleva a caminar agradando a Dios y glorificándolo de corazón.

A continuación, con el fin de traer de nuevo la discusión a una posición espiritualmente correcta, Pablo formula la pregunta necesaria en este momento:

¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar [dar vida], la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.” (Gálatas 3:21-23).

Entramos ahora a una parte de la epístola donde las cosas comienzan a ponerse más difíciles para muchas personas poder comprender.

Analicemos detenidamente lo que se dice. En primer lugar, la ley no es contraria a las promesas de Dios, por lo que esa noción falsa puede suprimirse sumariamente. De seguida está bien claro que no se ha promulgado ninguna ley que pueda dar vida eterna aparte de la FE en Yahshua, el Mesías. Hasta que esa fe fuera accesible, la ley desempeñó el papel de estar ‘sobre’ o ‘por encima’ de las gentes – en otras palabras, todos estaban "bajo" la ley. Esta posición efectivamente deja fuera la fe salvadora a que se refiere Pablo.

Recordemos que Yahweh trató con la antigua Israel a través de medios legales particulares, porque el camino del árbol de la vida todavía no estaba accesible. Yahweh estaba operando con los israelitas sobre la base del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por lo tanto, la ley es una pieza clave, no sólo como un criterio del bien y del mal, sino también como un agente de control, consistentemente demostrando la ineficacia del árbol prohibido para producir vida espiritual. Por supuesto, todo esto es parte del despliegue de un plan divino que culminará en la revelación del verdadero Mesías y en el derramamiento del Espíritu Santo que es la gracia de Dios que da vida eterna (Juan 6:63; Joel 2:28-29).

Pablo posteriormente especifica el papel desempeñado por la ley bajo el pacto mosaico como un ayo (tutor) cuyo propósito es conducir finalmente el pueblo al Mesías que había de venir. Dado que los israelitas no tenían en ese momento acceso directo al Salvador, la ley se insertó como el factor operante en la obra de Dios con la nación. Pablo entonces afirma en Gálatas 3:24-27:

De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

En esta sola declaración, millones de personas bien intencionadas, simplemente desechan la ley de Dios, al no entender que lo que realmente se dice es que el que ha venido por fe a Yahshua ya no está en la misma situación que un israelita en el pacto mosaico, por lo tanto, por necesidad, la ley ya no desempeña el mismo papel de antes de la revelación de la fe; ya no hay necesidad de que la ley actúe como un ayo. Ya no hay necesidad de que la ley esté ‘sobre’ las personas. Su posición, y aun su función, hasta cierto punto ahora han cambiado. De ninguna manera puede este hecho interpretarse como base para la abrogación de la ley. Porque, después de todo, cuando uno se gradúa de la escuela, ¿muere el “ayo", es decir, el maestro? ¡No, claro que no! Sin embargo, una vez que uno crece, se gradúa y madura, el papel del profesor(a) cambia radicalmente. DESDE EL INSTANTE DE LA GRADUACION Y EN ADELANTE VIVIMOS EN LA PRÁCTICA DE LO APRENDIDO. ¿Y qué es lo que hemos aprendido? Oh, ahora hemos aprendido QUIÉN ES EL MESíAS.

¿Y quién es el Mesías?

Pablo nos dice que “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo.” Es decir, ahora nuestro AYO es Cristo, porque “si el Espíritu de Cristo mora en nosotros, somos de CRISTO” (Romanos 8:9). Y si somos de Cristo, entonces estamos “bajo” Cristo, es decir, la ley no está sobre nosotros, pues ahora estamos “bajo” la gracia de Cristo. o como Pablo lo expresa: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14).Y bien sabemos que “…LA GRACIA y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17).

El graduado no tiene necesidad de estar bajo el control y la supervisión del educador que le guió hacia la graduación. Pero, ¿qué pasa con las cosas que le fueron enseñadas por su tutor? ¿Son sumariamente descartadas? ¿Fue todo para nada? ¿Se tira a la basura la educación? ¡Obvio que NO! ¡Si se tiene buen sentido, eso jamás lo haremos! Tampoco se descartan las cosas buenas de la ley una vez que uno llega a la fe en el Mesías. El papel de la ley, sin embargo, ciertamente no es el mismo que antes, pues habiendo cumplido el papel de “ayo”, es decir, de guiarnos al camino de la vida, ahora se convierte en el fruto o la SEÑAL confirmatoria de la GRACIA que nuestro Padre Celestial GRATUITAMENTE nos da por medio de Su Hijo, el Mesías. En su carta a los Romanos, Pablo destaca este punto, cuando dice que “(Abraham) …recibió la circuncisión (según la ley) COMO SEÑAL, COMO SELLO DE LA JUSTICIA DE LA FE que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.” (Romanos 4:11-12, RVA 1960).

De esta manera el Divino Maestro, Yahshua, nos provee de la oportunidad para nosotros permitirle que el conocimiento que hemos aprendido Él lo abunde en nosotros a Su manera, que es exactamente lo que Él nos promete, al decirnos: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos …yo he venido para que tengan vida, y PARA QUE LA TENGAN EN ABUNDANCIA.” (Juan 10:9-10).

Sin duda alguna, esta explicación sobre este punto nos ayuda a esclarecer cualquier malentendido que pueda habernos afectado, ¡y a que fulgentes rayos de esperanza sean una realidad en nuestras vidas!

A medida que avanzamos en el capítulo cuatro de Gálatas, las cosas no necesariamente se ponen más fáciles para muchos lectores. Esta parte de la carta, sin embargo, no puede ser tan difícil de entender si captamos el fundamento que Pablo ya ha aclarado, especialmente en el capítulo tres, y nos damos cuenta de que simplemente él va edificando según procede a través de la epístola. Lo que ahora abarcaremos no puede y no está en desacuerdo con la información que hemos obtenido de los tres primeros capítulos.

Ciertos pasajes en el capítulo cuatro han convencido a un número de creyentes observantes de la Torá hoy, que el motivo de Pablo para escribirle a los gálatas tiene que ver con el regreso de éstos a sus anteriores creencias paganas, adorando a dioses falsos y observando prácticas idólatras. Si bien es cierto que estos gentiles fueron en un tiempo paganos (Hechos 14:8-18), es evidente en todo el texto de la epístola, que en realidad ese no era el problema. Más bien, el problema era precisamente el tipo de situación tan a menudo enfrentada por Pablo ante la oposición de las fuerzas judaizantes empeñadas en obligar a los gentiles a estar bajo su control mediante la imposición de la ley como requisito para la salvación. Los gálatas aceptaban a estos maestros judíos tan fácilmente como aceptaron a Pablo, puesto que “como ellos eran los expertos en la ley”, no ponían reparos en someterse a sus ordenanzas. ¡De esta manera, en su proceder, los judaizantes no sólo establecían el control de las gentes, sino que también de su dinero, que era lo primordial en su lista de prioridades!

El capítulo cuatro comienza con Pablo comparando el estado antes de la conversión de un creyente con el de un niño que está sujeto a los “rudimentos del mundo” (Gálatas 4:3). La palabra griega traducida “rudimentos” en el versículo 3 es stoicheion y significa “inicio”, “comienzo” de una serie de cosas o "elementos" que forman un conjunto. Con respecto al tema de Pablo en su carta a los Gálatas, esto sería una referencia a los rudimentos religiosos, ya sean de la religión de los judíos o la de los gentiles. En el caso de los gálatas, esto habría sido una referencia a sus orígenes paganos, que en ese momento eran el factor de control en sus vidas, sometiéndolos a un tipo de servidumbre. Para los judíos, como Pablo mismo, la frase podría corresponder al primer pacto (o pacto mosaico), en donde las personas estaban obligadas a servir a la ley como el agente controlador, que también los sometía a una forma de servidumbre.

Notemos que en el versículo 3 Pablo utiliza el plural “nosotros”, diciendo:

Así también NOSOTROS, cuando éramos niños, estábamos en ESCLAVITUD bajo los rudimentos del mundo.

Uno o ambos de estos tipos (judíos o gentiles paganos) de los rudimentos del mundo, en ocasiones fueron presentados a varios grupos de creyentes como superior a la obra redentora del Salvador y de su fe en esa redención. Para asegurar que sus lectores entiendan claramente el punto que está expresando, Pablo aclara el asunto, diciendo:

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:4-6).

Cada vez es más evidente que Pablo está agrupando todas las experiencias religiosas pasadas, tanto de los judíos como de los gentiles, en esta epístola bajo el encabezado de los “rudimentos del mundo”, o como él dice en el versículo 9, los “débiles y pobres rudimentos”. Del pasaje citado antes podemos determinar fácilmente que Pablo les está hablando a los judíos, a quienes él señala como estando bajo, o en servidumbre a la ley. Ahora en el versículo 8, específicamente incluye las prácticas paganas de los gálatas gentiles, diciendo:

Ciertamente, en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses…

Luego en los versículos 9 al 11, se enfrenta al tema en cuestión en las iglesias de Galacia, al recalcar:

Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos, y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.” (Gálatas 4:9-11).

¿Está Pablo queriendo decir que los gálatas creyentes habían regresado abiertamente a la idolatría y a la falsa adoración? No, esto no puede ser su punto, ya que estaría en total discrepancia con el resto de la carta. No deberíamos tener temor de llamar las cosas por su nombre, y admitir que Pablo se está refiriendo a la falsa enseñanza de los judaizantes que habían entrado en el área durante su ausencia, y estaban tratando de someter a las gentes a un tipo de servidumbre, lo cual Pablo cataloga sencillamente como los “rudimentos del mundo”. No es que regresaban a las filas del paganismo, sino más bien, a un yugo judío.

Debemos tener en cuenta la palabra 'guardáis' en el versículo 10. Pablo la utiliza en este pasaje para referirse a los días feriados religiosos. No hay razón para suponer que él se refiere a los días paganos de adoración, ya que decididamente éste no es el asunto bajo escrutinio en esta epístola. Incuestionablemente se trata de las fiestas ordenadas en Levítico 23, pero las propias festividades no eran el problema real en este asunto. El problema lo encontramos en el significado de la palabra 'guardáis', que se traduce del término griego paratereo, y se define como sigue:

"Advertir insidiosamente, observar, especialmente con INTENCIÓN SINIESTRA. Este verbo también significa ‘vigilar muy de cerca’, ‘observar estrictamente’, tal como es usado en Gálatas. 4:10, donde la voz media del verbo (en el texto original) sugiere la observancia religiosa de días, etc. No fue por motivos desinteresados, sino con miras a su propio interés" (Concordancia Bíblica Exhaustiva de Strong).

Claramente, la referencia en Gálatas 4 a “días, meses, tiempos y años”, no pretende denigrar las festividades instituidas en la Torá, más bien está hablando de los motivos de las personas en sus observancias de estas fiestas religiosas especiales. Lo estaban haciendo bajo la influencia de los falsos judíos intrusos, quienes veían la observancia de las fiestas divinas como un medio de adoración que les proporcionaría obtener algún tipo de ventaja personal. ¿Qué ventaja podría haber sido? Del contexto de la carta en su totalidad, parece evidente que la “ventaja” que buscaban al prestar atención a las prédicas erróneas de los judaizantes era la salvación, la vida eterna. Lamentablemente ya habían sido persuadidos de que adhiriéndose asiduamente a las diversas festividades religiosas, asegurarían su salvación -- un concepto totalmente opuesto a la realidad de que la vida eterna es un don gratuito de la gracia de Dios mediante la fe en Su Hijo, el Mesías. Por lo tanto, el apóstol Pablo, un docto discípulo de la ley, inmediatamente muestra su oposición a esta doctrina errónea, pasando a la parte final del capítulo cuatro con una interesante alegoría, tomada precisamente de la Torá, y que más que una alegoría en realidad es una de las “ramas principales” ¡del SIEMPRE VERDE árbol de la vida!

Comenzando en el versículo 21, Pablo desafía a la gente sobre el asunto en cuestión en Galacia. Observemos cuidadosamente su primera pregunta y el contenido de su respuesta. Realmente no debería haber ninguna duda sobre lo que él quiere transmitir.

Decidme, los que queréis estar bajo la ley; ¿no habéis oído la ley?” (Gálatas 4:21).

Si Pablo estaba lidiando con el problema de una reversión al paganismo entre los gálatas, ¿por qué razón haría tal pregunta? Obviamente, el punto no es un retorno a su pasado pagano, sino a otra forma de servidumbre introducida por los falsos maestros judíos, algo de lo que Dios desea liberarlos. Pablo continúa ahora exponiendo:

Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, y otro de la libre. Pero el de la SIERVA nació según la CARNE; mas el de LA LIBRE lo fue por la PROMESA. Lo cual es una alegoría; porque éstos son los DOS PACTOS; el uno del monte Sinaí, el cual engendra para servidumbre; el cual es Agar. Porque Agar es el MONTE SINAÍ en Arabia, que corresponde a la que ahora es Jerusalén, y está en SERVIDUMBRE con sus hijos. Mas la Jerusalén de arriba es LIBRE; la cual es la madre de todos nosotros.” (Gálatas 4:22-26).

Prestemos atención al énfasis puesto sobre la sierva y la libre en este pasaje. ¿Por qué razón? Porque este es el tema de la carta de Pablo. Los gálatas estaban siendo llevados de nuevo a un estado de servidumbre espiritual por los falsos maestros judíos que pretendían imponer la ley sobre ellos en lugar del Mesías y la gracia de Dios.

Pablo, un judío observante de la Torá, un fariseo, doctor de la ley, ahora, inspirado por el Espíritu Santo, utiliza el lenguaje de servidumbre para describir el primer Pacto que Jehová estableció con Israel en el Monte Sinaí. Agar no era una mujer libre como la esposa legítima de Abraham, Sara. Ella era realmente la sierva de Sara, una esclava. Cuando Abraham decidió no esperar por Dios para que le cumpliera aquello que le había prometido con respecto a un heredero, prestó atención al consejo de su esposa y tuvo un hijo con Agar. Pablo llama a Ismael como "nacido por la carne". A modo de contraste, Isaac es descrito como nacido "por la promesa." La diferencia no podía ser más simple.

Pablo utiliza el término “la carne” para representar el hecho de que Ismael fue producto de Abraham tomando la situación en sus propias manos y allegándose a la sierva para lograr lo que Dios le había prometido darle. Por lo tanto, ninguna FE fue realmente ejercida, ni tampoco estuvo presente la GRACIA. En otras palabras, todos los factores necesarios para la vida eterna faltaban en la unión entre Abraham y Agar, y la descendencia que produjo esa unión.

No obstante, por otro lado tenemos a Isaac. Tan diferente fue su nacimiento que Dios mismo lo considera el hijo “único” de Abraham (Génesis 22:2), descartando totalmente a su primogénito, Ismael. ¡Esto es muy importante, ya que ahora Pablo compara el Pacto Sinaítico al hijo de la sierva! En otras palabras, el uso de la disposición mosaica, que agrupa todos los componentes de la ley – mandamientos, estatutos, ordenanzas, rituales, sacrificios, etc.-- es visto por Pablo en Gálatas 4 de la misma manera como Dios percibía a Ismael, el hijo de Abraham en Agar, la sierva. Y la razón en conjunto tiene que ver con el hecho de que fue un pacto principalmente de la CARNE, no del ESPÍRITU; fue uno de SERVIDUMBRE, no de LIBERTAD, fue uno de OBRAS, no de FE, fue uno de la LEY, no de la GRACIA, y por lo tanto era TEMPORAL, EFÍMERO, no PERMANENTE; fue una SOMBRA, no LA REALIDAD, fue el sacrificio de meros ANIMALES, no la sangre de YAHSHUA EL SALVADOR, ¡fue uno que condujo a la MUERTE y no a la VIDA ETERNA!

Definitivamente nadie puede dudar de la posición de Pablo sobre este tema; sin embargo, ninguno de sus potentes discursos denigra la propia ley, ni expresa o implica que la ley es derogada. Claramente, el primer Pacto está destinado a ser sustituido por el segundo. Claramente, Dios está mucho más interesado en lo espiritual que en lo físico. Claramente es la intención de Dios escribir Su ley en el corazón (la mente) de Su pueblo. Claramente, es el plan de Dios que la salvación sea un don gratuito por Su amor y gracia, que se basa en la aceptación por fe del sacrificio de Su Hijo por el pecado, y no el producto de ninguna ley, ninguna obra o cualquier precio pagado por los beneficiados.

Pablo concluye esta parte de su epístola diciendo:

Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que nació según la carne, (Ismael, Monte Sinaí, Pacto mosaico, Israel, los judíos, Jerusalén) perseguía al que nació según el Espíritu; (Isaac, Monte Sion, Nuevo Pacto, creyentes convertidos a Yahshua, Nueva Jerusalén) así también es ahora. Más ¿qué dice la Escritura? ECHA FUERA a la SIERVA y a su HIJO; porque el hijo de la sierva NO SERÁ HEREDERO con el hijo de la libre. Así que, hermanos, no somos hijos de LA SIERVA, (Pacto mosaico, bajo la ley, en servidumbre) sino de la LIBRE (Nuevo Pacto, bajo la gracia, plena libertad en el Mesías no para desobediencia, sino para servir en la novedad del Espíritu, es decir, cumplir la ley en el ESPÍRITU)" (Gálatas. 4:28-31).

El examinar esta analogía, utilizada sólo por el apóstol Pablo con la cual compara los dos pactos y de hecho los DOS ÁRBOLES, es indiscutiblemente extraordinario. El árbol del conocimiento del bien y el mal nunca fue creado para dar salvación; la ley no tiene tal poder en el plan divino de Dios. Sólo el acertadamente llamado árbol de la vida ofrece la posibilidad para los seres humanos de vivir eternamente. Los dos árboles pueden más propiciamente ser comparados a la analogía utilizada por Pablo en su carta a los Gálatas. Estaba prohibido el árbol del conocimiento del bien y del mal, porque Dios no pretendía que el hombre alcanzara la salvación por las obras de la ley. Recuerde que la ley propiamente es buena, pero no puede producir y otorgar vida eterna. Sólo el Todopoderoso puede y lo hará a través de Su Hijo el Mesías. Por lo tanto, la salvación, debe ser, y de hecho ES un asunto de PROMESA, GRACIA y FE.

Esencialmente, el pacto mosaico no se trataba de la salvación eterna; no era verdaderamente espiritual en naturaleza, y por consiguiente tenía limitaciones inherentes con respecto al plan de Dios. Por lo tanto, en el momento oportuno, fue “echado fuera”, incluso como lo fueron Agar e Ismael, no porque la ley es mala, sino simplemente porque mientras uno está bajo la ley, está subyugado en servidumbre y no puede ser libre para lograr una vida de PROMESA, GRACIA Y FE. Estar “bajo la ley” es estar bajo un tutor temporal, como a un maestro de escuela. Significa que la vida es decretada, controlada, gobernada y medida en términos de esfuerzos físicos, y por obras. Significa, en esencia, que uno no está en Cristo, no está bajo la gracia, no está “en el Espíritu”. El nuevo pacto incluye el ingrediente esencial que faltaba a los antiguos israelitas bajo el pacto mosaico, es decir, la presencia permanente del Espíritu Santo. Las leyes escritas en tablas de piedra sirvieron su propósito en su tiempo y a las circunstancias que existían en la época previa a la venida del Mesías, pero claramente Dios aspira más para Su pueblo, y misericordiosamente ha provisto para que Sus designios se cumplan.

Gálatas 5 comienza con comentarios de Pablo sobre la circuncisión. Esta cuestión fue resuelta supuestamente en la Conferencia de Jerusalén, tal como se registra en Hechos, capítulo 15, pero obviamente los judaizantes no acataron la decisión apostólica acordada, pues todavía estos iban a través de las áreas gentiles, insistiendo en que la circuncisión se impusiera a los creyentes a fin de que ellos pudieran salvarse. Pablo reacciona en esta ocasión tan categóricamente como lo había hecho unos años antes.

En el versículo 2, dice a los Gálatas que si van en pos de los falsos maestros judíos y se circuncidan como ellos lo requieren, entonces están, en esencia, rechazando la eficacia de Yahshua en el asunto de la salvación. Y afirma que “Cristo no os aprovechará nada.” En el versículo 3, escribe las siguientes palabras, que son harto reveladoras:

Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncidare, que está obligado a guardar toda la ley. Cristo ha venido a ser sin efecto para vosotros los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” (Gálatas 5:3-4).

Esto es palabra dura de Pablo, y necesitamos entender precisamente cuál es su argumento, o totalmente malinterpretaremos lo que él quiere expresar en este pasaje. Él no está condenando el acto de la circuncisión. Él está, sin embargo, rigurosamente opuesto a la RAZÓN por la cual los hermanos gálatas se someterían a este rito, pues ellos no están siendo persuadidos por los judíos intrusos a hacer esto por ningún propósito verdaderamente justo, sino para asegurar su salvación, algo con lo cual la circuncisión física no tiene absolutamente nada que ver.

Pablo advierte a las personas que si continúan con esta enseñanza herética, ellos se estarían sometiendo a la ley, y por lo tanto serían responsables de guardar cada punto del antiguo sistema legal israelita, pero eso no es todo. El Mesías, la única forma de salvación y de vida eterna, no será de ningún efecto positivo para ellos. Habrán pasado de ser justificados por la fe en Yahshua a ser justificados por la ley y cualquier esfuerzo humano que puedan reunir, y ahí radica el problema, pues ¡no hay justificación posible por la ley! Observemos nuevamente el pasaje anteriormente citado de Romanos 3:

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; siendo JUSTIFICADOS GRATUITAMENTE POR SU GRACIA mediante la redención que es en Cristo Jesús; a quien Dios ha puesto en propiciación por medio de la FE en su sangre, para manifestar SU JUSTICIA por la remisión de los pecados pasados, en la paciencia de Dios, para manifestar su justicia en este tiempo; para que Él sea justo, y EL QUE JUSTIFICA al que cree en Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿De las obras? No, sino por la LEY DE LA FE. Concluimos, pues, que el hombre ES JUSTIFICADO POR FE SIN LAS OBRAS DE LA LEY.” (Romanos 3:23-28).

¿Puede ver que es Jehová mismo quien desea ser el JUSTIFICADOR de aquellos que creen, y por lo tanto, la LEY no puede y nunca será el medio de justificación? ¡La ley no es mayor que el Dador de la ley! ¡No lo puede reemplazar, y es, en efecto, los que cediendo a los maestros judíos en Galacia creían poder lograr! Dependiendo en la ley para salvación deja la obra de nuestro Salvador en la cruz sin sentido, sin valor. ¡Elegir obedecer la ley para lograr la salvación echa al Mesías fuera de la escena, no deja espacio para la gracia de Dios, y hace la fe inconexa, y por consiguiente, inútil!

No es difícil apreciar la enérgica resistencia de Pablo a esta crítica situación entre las iglesias de Galacia. Para él, nadie ni nada sustituye a la gracia de Dios y el sacrificio de Yahshua. Ninguna otra cosa puede lograr perdón verdadero y la remisión del pecado; ninguna otra cosa puede proporcionar el Espíritu Santo y la transformación del corazón; y ninguna otra cosa puede conceder la vida eterna. Por lo tanto, esta cuestión es absolutamente crucial para la salvación misma, y su importancia no es posible exagerarla.

El resto del capítulo cinco cubre las obras de la carne y los frutos del Espíritu; y el capítulo seis concluye la carta. Los comentarios finales de Pablo vale la pena citarlos en este estudio. Comenzando con el versículo 12, leemos:

Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen a que os circuncidéis; solamente para no sufrir persecución por la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley, sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne. Mas lejos esté de mí gloriarme, salvo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura.” (Gálatas 6:12-15).

Está claro que los falsos maestros judíos no sólo estaban transmitiendo un mensaje equivocado a los gálatas, lo estaban haciendo también por razones equivocadas. Pablo expone sus motivaciones malignas, mostrando que estaban mucho más interesados en la apariencia externa, en ganar poder sobre el pueblo y en evitar cualquier persecución en nombre del Salvador y Su causa. Esta actitud, tan censurable como es, todavía prevalece con nosotros hasta el día de hoy. Cuando usted se encuentre con ello o con una variante moderna, recuerde la lección de Gálatas, recuerde las palabras de advertencia de Pablo y categóricamente resístalo en el Espíritu. Así como la sierva y su hijo fueron echados fuera, también el Mesías ha venido y ha echado fuera el primer Pacto para que Él pueda convertirse en el mediador de un nuevo y mejor pacto, escrito no con la sangre de toros y cabras, sino con su propia sangre derramada para la remisión de los pecados; un nuevo y mejor Testamento diseñado para operar a un nivel espiritual con el poder del Espíritu Santo; un mejor sistema basado en mayores y mejores promesas y regalamientos de dones espirituales. Este es el Pacto que nosotros, como creyentes verdaderos en Yahshua hoy, hemos adoptado. Por lo tanto, ¡nunca permita que cualquiera persona o cosa lo aleje de la gracia de Dios y la preeminencia del Mesías como Salvador y como único medio para la salvación!

--------------------------- ¡EL OTRO PRECIPICIO! ---------------------------

En los círculos científicos es bien conocido que en el universo natural, toda acción tiene una reacción igual y opuesta. Parece que este adagio se aplica también al enfoque humano de las Escrituras. Hemos dedicado muchas páginas discutiendo el uso equivocado de la ley con respecto a la salvación. La Biblia es bien clara en el concepto de que la vida eterna viene por la gracia del Todopoderoso y el Mesías, y la fe en Su sacrificio por el pecado, no por ninguna ley, mandamientos, estatutos, juicios, ordenanzas, rituales, o cualquier otra cosa o combinación de cosas de cualquier tipo, por bueno que parezca ser.

Adán y Eva hicieron una elección crítica en el huerto de Edén, una elección que afectó a toda la raza humana. En esa época antigua, se les ofreció acceso al árbol de la vida, pero excluyeron poner su fe en la gracia de Dios. Más bien ellos escucharon y actuaron, influenciados por las mentiras seductoras del adversario, y escogieron ir por el único camino que les fue prohibido -- el camino simbolizado por el árbol del conocimiento del bien y del mal. En efecto, decidieron ganarse la salvación, y la gran mayoría de la humanidad ha estado haciendo esa misma elección errónea desde entonces. La elección de Adán y Eva significa la conjetura del hombre de que la progresiva adquisición de conocimientos es la escalera para alcanzar la vida eterna. Esto es esencialmente una salvación por obras. Vemos este enfoque, no sólo en los seres humanos originales sucumbiendo a la mentira satánica, sino también en esas múltiples religiones o filosofías como el judaísmo rabínico, el helenismo griego, el gnosticismo de los siglos 2do y 3ro, el posterior catolicismo romano, hinduismo, Islam y muchos otros simplemente demasiado numerosos para mencionar en este momento.

Hemos dado un vistazo a la oposición que el Apóstol Pablo enfrentó de los judaizantes conservadores de derecha del primer siglo, cuyo enfoque fue que la salvación debe ser alcanzada por la acción de muchas cosas demandadas, principalmente entre ellas, la circuncisión física de todos los hombres y estricta obediencia a la ley de Moisés (Hechos 15:1, 5). Pablo resistió tales esfuerzos de pervertir el Evangelio del Mesías, el cual fundamenta la recepción de la vida eterna en la gracia de Dios y la fe en Yahshua como Salvador. Al tomar tal posición Pablo jamás rechazó la ley, ni nunca la desmereció. Más bien él declara que “la ley es santa, justa y buena” (Romanos 7:12), recalcando en el mismo escrito:

Porque según el hombre interior, ME DELEITO EN LA LEY DE DIOS; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente SIRVO A LA LEY DE DIOS, mas con la carne a la ley del pecado.” (Romanos 7:22-25).

En muchas discusiones sobre la ley, Pablo está teniendo continuamente que mostrar a los hermanos qué papel juega ésta en la configuración del plan de salvación del Bendito Dios Creador. El mal uso de la ley, él enseña, conduce, no a la vida eterna, sino, de hecho, a la muerte, incluso como el árbol prohibido en el principio mismo llevaba consigo una maldición de muerte. Cuando la devoción a la ley es un requisito previo para salvación, se produce un orden de las cosas completamente extraño y corrupto, una situación en la cual la creación es exaltada, adorada y servida por encima del Creador, ¡algo a lo que Yahweh se opone vigorosamente!

Pablo y los primeros apóstoles también enfrentaron oposición del otro extremo de la gama religiosa y filosófica. Por ejemplo, Judas describe esta situación de izquierda en los siguientes términos:

Amados, mientras me esforzaba por escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribir para exhortaros a que contendáis eficazmente por la fe que fue entregada una vez a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antiguo habían sido destinados para esta condenación. Ellos son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje y niegan al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo.…Estos que participan en vuestras comidas fraternales son manchas, apacentándose a sí mismos sin temor alguno. Son nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos. Son árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados. Son fieras olas del mar que arrojan la espuma de sus propias abominaciones. Son estrellas errantes para las cuales está reservada para siempre la profunda oscuridad de las tinieblas. Acerca de los mismos también profetizó Enoc, séptimo después de Adán, diciendo: ‘He aquí, el Señor vino entre sus santos millares para hacer juicio contra todos y declarar convicta a toda persona respecto a todas sus obras de impiedad que ellos han hecho impíamente y respecto a todas las duras palabras que los pecadores impíos han hablado contra él.’ Estos se quejan de todo y todo lo critican, andando según sus propios malos deseos. Su boca habla arrogancias, adulando a las personas para sacar provecho.” (Judas 3-4, 12-16, RVA 1989).

Hay una diferencia significativa en lo que Judas está informando en su corta epístola, y lo que leemos, por ejemplo, en Hechos, capítulo 15 y Gálatas 3-4. Aquellos "algunos hombres" a los que se refiere Judas no son los judaizantes conservadores que constantemente asediaban a Pablo, sino falsos maestros mucho más liberales con un enfoque y agenda diferentes. A diferencia de los judíos intrusos quienes no ocultaban quiénes eran, y qué representaban, estos hombres "entrando encubiertamente" como lo expone Judas, infiltrándose en las diversas asambleas y congregaciones, pretendían ser algo que no eran. Su agenda fue no para forzar la ley al pueblo para fines de salvación, sino para tornar la "gracia de nuestro Dios en libertinaje" y así, en efecto, "negando al único Señor Dios y a nuestro Señor Yahshua Mesías".

El delito del que estos individuos, engañadores tramposos, eran culpables no era tan solo oposición a la gracia de Dios y un mal uso de la ley, sino más que una oposición a la ley y un mal uso de la gracia, de hecho, como dice Judas, era tratar de convertir la gracia de Dios en una licencia para cometer pecado, un boleto gratis a un mundo de iniquidad, camuflado por una apariencia de religión. La diferencia es bastante clara, y sin embargo el efecto es el mismo, en que ambas perspectivas filosóficas son tentadoras, falsas, en total desacuerdo con las Escrituras y conducen a la muerte, en lugar de a la vida eterna.

Pedro también estaba enteramente consciente de la liberalización que comenzaba a invadir las diversas asambleas locales establecidas por los primeros apóstoles. En su segunda epístola, observe cómo transmite la advertencia contra esta ola de ilegalidad o desenfreno:

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán ENCUBIERTAMENTE herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus caminos perniciosos, y por causa de ellos el camino de la verdad será blasfemado; y por avaricia harán MERCADERÍA de vosotros con palabras fingidas, sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme. ...Tienen los ojos llenos de adulterio, y no pueden dejar de pecar. Seducen a las almas inestables, tienen un corazón ejercitado en la codicia; son hijos de maldición. HAN DEJADO el CAMINO RECTO, y se han EXTRAVIADO, siguiendo el camino de Balaam, hijo de Beor, el cual amó la paga de la maldad. ...Éstos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tempestad; para los cuales está guardada la oscuridad de las tinieblas para siempre. Porque hablando palabras arrogantes de vanidad, seducen con las concupiscencias de la carne mediante lascivias a los que verdaderamente habían escapado de los que viven en error; prometiéndoles LIBERTAD, siendo ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido de alguno, es hecho esclavo de aquel que lo venció.” (2 Pedro 2:1-3, 14-15, 17-19).

Pedro está hablando de la misma clase de falsos maestros que Judas menciona. De hecho, las secciones en cada una de sus cartas que trata de estos individuos tienen muchas similitudes, como fácilmente podemos notar en la lectura de los pasajes. Estos hombres, como los judaizantes, buscaban obtener el control sobre el pueblo, y ambos grupos estaban fuertemente motivados por la extracción de dinero de los hermanos. Pedro acusa a aquellos de mente liberal de seguir el camino de Balaam, que fue pagado por Balac, rey de los moabitas, para convencer a Israel a cometer pecado, equiparándola con su insaciable deseo de "hacer mercancía" de los creyentes.

Claramente, la Iglesia primitiva fue bombardeada por todos lados por quienes vieron una oportunidad de oro para tomar ventaja de un grupo de gente más bien ingenua, que había salido de una vida de pecado y aceptado a Yahshua como su Salvador; personas que fueron declaradas inocentes y justos ante el Todopoderoso, cuyas vidas ahora con genuina franqueza y sinceridad buscaban dirección. Como podemos ver, muchos de ellos fueron fácilmente influenciados y disuadidos rápidamente por las fuerzas malignas que enseñaban falsedades de izquierda y de derecha.

Pablo ciertamente estaba consciente de esta filosofía liberal que fue cada vez más prominente a mediados del primer siglo. En lugar de usar la ley como un club social, tenían intención de debilitar la ley, y, de hecho, buscaban derogarla. Pablo utiliza el término griego anomia para describir la condición de estos intrusos en la fe. Este término en particular se traduce a menudo en la palabra ‘iniquidad’ y significa en contra de la ley, sin la Torá, y fue un ataque directo contra las cosas que se percibían como demasiado judías, particularmente prácticas fácilmente identificables como guardar el sábado semanal y las fiestas anuales, abstenerse de alimentos impuros y utilizar el calendario sagrado. Esto llevó a un rechazo de la Torá y una fuerte indiferencia a las Escrituras hebreas, lo que normalmente llamamos el Antiguo Testamento.

Pablo escribe acerca de este problema en 2 Tesalonicenses, donde él se refiere a la situación en el siguiente lenguaje:

Os rogamos, pues, hermanos... que no seáis prestamente movidos de vuestro pensar, ni seáis conturbados ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como nuestra, como que el día de Cristo está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y sea revelado el HOMBRE DE PECADO, el hijo de perdición ... Porque el MISTERIO DE INIQUIDAD ya opera... Y entonces será revelado aquel inicuo, al cual el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; aquel inicuo, cuya venida será según la operación de Satanás, con todo poder y señales, y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad en los que perecen; por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Y por causa de esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira; para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes se complacieron en la injusticia.” (2 Tesalonicenses 2:1-3, 7-12).

Aquí, como podemos reconocer inmediatamente, Pablo está hablando del llamado Anticristo o el Hombre de Pecado, que viene al mundo a difundir lo que se denomina “el MISTERIO DE INIQUIDAD.” La palabra griega para iniquidad en este pasaje es anomia, por lo que la descripción de Pablo sólo podría correctamente indicarse como el ¡MISTERIO DE ANOMIA O ILEGALIDAD! En otras palabras, el hombre de pecado promulgará un tipo de cristianismo que se opone a la ley de Dios. Y, a pesar de que habla principalmente del tiempo del fin en 2 Tesalonicenses 2, Pablo claramente especifica que este misterio de ilegalidad, libertinaje e indulgencia ya estaba operando en su propio tiempo, como en efecto lo fue, porque si seguimos su curso de desarrollo durante los primeros siglos de la Era común, vemos que esta filosofía liberal llevó directamente a la formación de la Iglesia Católica Romana y a la fusión de los antiguos misterios babilónicos en la aparente religión cristiana, creando una de las más viles ataduras religiosas nunca impuestas sobre un mundo cándido, que comenzó siglos y siglos atrás, pero que hoy ha evolucionado completamente, y que al fin traerá la casi total destrucción del mundo entero, ¡culminando con la segunda venida del Mesías!

Ambas falsas filosofías pecaminosas -- la del mal uso de la ley como medio de salvación, eliminando la gracia y la fe, y la que desmerece la ley, haciendo mal uso de la gracia y la fe como el camino a la vida eterna -- son de Satanás el diablo y pueden verse como diferentes componentes o aspectos del camino simbolizado por el árbol prohibido.

El primer enfoque mencionado, empleado por los judaizantes del primer siglo, ha contaminado a muchos, si no a la mayoría, de las ramas más conservadoras del “cristianismo”, especialmente muchos de los grupos que guardan el sábado semanal. La segunda de las dos filosofías presentadas, la de la liberalización, se ha convertido hoy, por supuesto, en la fuerza dominante en todo el mundo cristiano fingido. Toda la Iglesia Católica Romana, junto con sus descendientes protestantes, incluyendo muchas de las tales llamadas iglesias evangélicas, todas han sucumbido a este enfoque cristiano izquierdista, antisemita, especialmente en la enseñanza del Antiguo Testamento.

En ambos casos, el efecto es el mismo en que el énfasis está siempre en el lugar equivocado. No hay ninguna salvación contenida dentro de la propia ley. Pablo y los otros escritores del Nuevo Testamento son muy claros en este punto. El insistir en que, “si no os circuncidáis conforme a la costumbre de Moisés" y guardáis "la ley, no podéis ser salvos" (Hechos 15:1, 5) es intrínsecamente incorrecto y manifiesta una salvación por obras. De igual manera, no hay ninguna salvación en "que cambian la gracia de nuestro Dios en libertinaje." (Judas 4).

Cuando alguien consciente o inconscientemente escoge el camino simbolizado en el árbol del conocimiento del bien y del mal, es una indicación obvia de que la persona ha perdido de vista el orden correcto de las cosas en el plan de salvación de Dios. El camino de Dios no es ni de la ley ni de la gracia por separado, ¡SINO MÁS BIEN DE LA CORRECTA FUSIÓN DE LOS DOS!

Una vez más, no olvidemos que el árbol prohibido no contenía un fruto malo. Recordemos que su fruto era bueno para comer, agradable a la vista y podía hacer a uno sabio. La palabra hebrea ‘sabio’ en Génesis 3:6 es sakal, y significa “entender, ser circunspecto, actuar con prudencia, obtener éxito, ser hábil.” Esta palabra se usa 63 veces en las Escrituras hebreas, y siempre se presenta en forma positiva. Por lo tanto, debemos considerar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, de ser, en gran manera, bueno. Después de todo, ¡Dios no está en contra de su propia ley! Él la diseñó, Él la santificó, Él la entregó, y Él espera que la obedezcamos.

Por otro lado, aunque puede ser muy tentador creer que la salvación se obtiene por las obras de la ley, el examen más superficial sobre esta noción nos debe decir que esto es una imposibilidad absoluta, pues, ¿qué ser humano es capaz de guardar perfectamente la ley? Todos han pecado, se nos dice, y han sido destituidos de la gloria de Dios. El hombre necesita ser redimido, necesita ser perdonado, necesita que se le conceda la vida eterna, pues no posee la capacidad para alcanzar cualquiera de estas cosas por su propia cuenta, por sus propios esfuerzos. Como se indicó anteriormente en nuestro estudio, si dependiera de nosotros el lograr la salvación, ¡estamos condenados antes de siquiera empezar! La ley define lo que es la conducta y pensamiento correcto y lo que está mal. Por la ley viene el conocimiento del pecado. Por lo tanto, la ley, en su conjunto, tiene todo que ver con la manera cómo nos comportamos, cómo vivimos nuestras vidas, y su lugar en el orden divino de las cosas debe ser la expresión sobrenatural del Espíritu de Dios trabajando en la mente del creyente. LA LEY ES, EN ESENCIA, LA SEÑAL, LA REPRESENTACIÓN ESTRUCTURAL DE UNA RELACIÓN ÍNTIMAMENTE EXITOSA CON YAHWEH Y SU HIJO, YAHSHUA. Y DE UNA VIDA PIADOSA Y CORRECTA ENTRE LOS SERES HUMANOS, ADEMÁS DE UNA CORRECTA RELACIÓN ENTRE EL SER HUMANO Y TODA LA CREACIÓN. Es, sucintamente, “¡AMAR A DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE, Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO!” (Marcos 12:28-31).

La GRACIA de Dios es, por supuesto, una parte indispensable de Su amor derramado sobre la humanidad. Incluso los justos y los injustos en el mundo son bendecidos por la Gracia, que, de hecho, alcanza a toda la humanidad desde la cuna hasta la tumba. Si la GRACIA no estuviera presente, ¡simplemente no existiríamos! Por la Gracia de Dios Adán y Eva fueron creados, se les dio vida y se les concedió un propósito significativo a su existencia. Por la Gracia de Dios se les hizo abrigos de pieles para cubrir su desnudez, y se creó un camino para que todos sus descendientes encontraran el perdón del pecado, la eliminación del pecado y la salvación eterna, y todo ello… “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

En tres versos prácticamente cortos contenidos en la Carta de Pablo a los Efesios, encontramos las partes correctas que desempeñan la ley y la gracia. En el capítulo 2, comenzando en el versículo 8, leemos:

Porque por GRACIA sois salvos por medio de la FE, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por OBRAS, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para BUENAS OBRAS, las cuales Dios preparó de antemano para que ANDUVIÉSEMOS EN ELLAS.” (Efesios 2:8-10).

Todos hemos leído y escuchado este corto pasaje muchas veces en el pasado. Debería ser nuestra luz y guía en materia de salvación. Tengamos en cuenta que hay tres palabras claves en estos versos, y que se encuentran en un cierto orden preciso: GRACIA, FE, OBRAS. Al poner estas palabras en una oración, se crea una declaración concisa del camino correcto a la salvación, y que lee: “por GRACIA la FE OBRA.” Hace algunos años, di un mensaje donde tomé estas tres palabras operativas para ponerlos en la siguiente fórmula basada en un viaje espiritual:

  1. GRACIA = El portal - el sacrificio del Salvador - el perdón del pecado - justificación - el comienzo del viaje.
  2. FE = La ruta - la aceptación del sacrificio - la morada del Salvador en la mente del creyente – santificación - durante el viaje, “hacer camino al andar”.
  3. OBRAS = El destino - el efecto correcto de la ley - la vida de Cristo manifestada - glorificación - la conclusión del viaje.

Aunque bastante simplista, estas tres palabras, “gracia, fe y obras” muestran el orden correcto cuando al árbol de la vida y al árbol del conocimiento del bien y del mal se les da el lugar que les corresponde en el plan de salvación divino. El camino divino nos debe llevar a recibir la gracia de Dios, a vivir por fe, que produce el fruto de buenas obras.

En el contexto del Lugar Santísimo, la fórmula que se presenta arriba es la siguiente:

  1. LA VARA DE AARÓN - La gracia de Dios, la fe en el Mesías.
  2. TABLAS DE LA LEY - Buenas obras.
  3. OLLA DE MANÁ - Presencia de Yahshua el Mesías.
  4. ARCA DEL PACTO Y EL PROPICIATORIO - Presencia de Yahweh el Padre.

Si Adán y Eva hubiesen puesto su confianza en el Padre de las misericordias y no en las mentiras del adversario, habrían participado del árbol de la vida, indicando una correcta comprensión del plan de Dios y el propósito y la voluntad de someterse a Su gracia. Luego por FE habrían comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Y finalmente, por caminar conforme a la ley habrían producido buenas obras, porque la fe sin obras es muerta. Al hacerlo habrían obedecido, honrado, y complacido al Misericordioso Padre Celestial, y ¡habrían sido traídos a Su divina presencia por toda la eternidad! Esta es la única forma en que funciona el plan de salvación.

Cada uno de nosotros necesitamos examinarnos a nosotros mismos, nuestros corazones (mentes/pensamientos) y nuestras actitudes hacia la gracia de Dios, hacia nuestra fe en el Mesías y hacia Su ley, y viviendo Su camino de vida. Estos tres elementos son de suma importancia para nuestra salvación eterna. ¡Hagamos firme nuestra convicción de que ciertamente nos encontramos en armonía con la palabra de Dios y Su voluntad en cada uno de estos temas, y que, aplicamos correctamente la lección de LOS DOS ÁRBOLES! ÷÷÷÷÷÷÷÷

 


Texto en inglés: “THE MISTERY OF THE TWO TREES”
por Jim Rector, Director CORNERSTONE PUBLICATIONS

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